Por Dora Berlanga
Alguna vez has reflexionado sobre los regalos que recibes de cada hijo no solo el 10 de mayo, sino, durante toda su vida, me refiero a esos regalos escondidos detrás de cada hijo, esos regalos que van mucho más allá de la dicha que brindan nuestros hijos en cada sonrisa, en cada mirada, en cada abrazo, en cada logro.
El simple hecho de ser madre y poder engendrar vida ya es un gran regalo, ¿pero qué otros regalos hay en cada hijo? ¿Has descubierto qué hay más allá de la relación madre-hijo, con cada uno de tus hijos en particular? ¿Qué tienes que aprender de cada hijo? ¿Para qué te eligió como madre y para qué lo elegiste? Me refiero a esos regalos escondidos en cada experiencia, reto, condición, diagnóstico o situación en particular que se presentan en la vida de nuestros hijos y que una vez trascendida la experiencia descubres los regalos que los hacen crecer juntos.
Hoy que celebramos a nuestras madres, a todas las mujeres que somos madres y a las que no también, porque también celebramos ese principio femenino y energía creativa que hay en todas y en todo, quiero dedicar este artículo a mi hija, que si bien todos mis hijos me brindan regalos constantemente, hoy que celebramos ese principio femenino, materno y creativo quiero compartirte los regalos que Isabel me ha dado.
Isabel contiene todo en ella, es la ternura de la brisa del mar y la fuerza de una marea alta, es toda sensibilidad e inocencia, está llena de misterio y fue lo primero que me regaló, comprender el misterio de la vida, el hecho de que simplemente estamos aquí sin importar nuestro contenido, nuestras limitaciones, sin importar realmente como es que existimos, lo único importante es que estamos aquí sea cual sea la forma y existe una razón para que estamos aquí sustentada por ese gran misterio.
Me regaló aprender a vivir el tiempo sin tiempo, cuando escuché esto por primera vez estudiando filosofía tántrica no comprendí el mensaje ni lo que ese principio significaba, así pasó el tiempo hasta que nació Isabel y su crecimiento y desarrollo eran muy lentos, fuera de todo parámetro, fuera de toda escala general de medición pediátrica y no existía razón aparente para ese desfase, al menos no sustentada por algún estudio clínico. Cada visita al pediatra eran lágrimas y angustia hasta que comprendí que todo era más sencillo, y yo podía acompañarla de una mejor manera, aceptando su propio proceso de desarrollo y dejar de tomar en cuenta el tiempo traducido en edad cronológica y parámetros estandarizados de medición.
Aceptar el hecho de que avanzara a un ritmo distinto y disfrutar a mi hija cada día con todo lo que era y no era me ayudó a vivir cada día, cada instante sin darle importancia al tiempo y a los parámetros y mediciones, sin importar si “ya era tiempo de ir al mater”, lo único importante es que ella avanzaba, a su propio ritmo pero avanzaba, y simplemente un día el concepto de tiempo, reloj biológico, edad, ayer, mañana, perdió su significado y relevancia disolviéndose la angustia porque comprendí que lo único que me hacía sentir bien y daba paz a mi alma es el hecho de tenerla hoy, de abrazarla hoy, de sentirla hoy, de hacer terapia o simplemente lo que toca hoy, de levantarnos hoy y lo único que importa es disfrutar esta vida juntas sea cual sea el entorno sin darle peso a nada más. Simplemente vivirnos cada instante.
También me regaló la empatía, una verdadera empatía, me di cuenta que vivía creyendo ser empática, pero no lo era, me regaló mirarme en los ojos de cada madre y su sentir, su esfuerzo diario, sus angustias, sus preocupaciones, sus miedos, sus alegrías, su fortaleza, su ternura. Me regaló ver a mis hijos en la mirada de cada niño, comprendí que si yo pedía aceptación e integración para mis hijos debíamos vivirlo desde mi hogar, empezando mi esposo, mi hijo mayor y yo por aceptar, tolerar y respetar cada niño, eliminando muchas palabras y adjetivos que son tan fáciles de decir pero que pueden hacer la diferencia en la percepción y en la vida de alguien.
Me regaló la libertad, liberarme de toda expectativa, de todo pronóstico bueno o desalentador, simplemente actuar y vivir hoy por hoy, hacer las cosas por el simple hecho de hacerlas sin esperar un resultado a cambio. “Tu niña no va a caminar” me dijo un doctor, sin realmente conocerla y estudiarla a fondo. Ese día me invadió la tristeza pero de repente pensé, esa limitación es propia del doctor, vive en su cabeza, pero no tiene porque vivir en la mía, voy a continuar apoyando a mi hija en sus terapias y haciendo camino sin esperar un resultado, simplemente por acompañarla”. Y precisamente fue lo que sucedió, encontramos a las personas indicadas, a los ángeles terrenales que poco a poco fueron mostrando el camino, día a día y un día a la vez. Después me regaló la libertad del ruido y pertenencia, soltando los momentos, situaciones, personas, practicas, que de alguna manera me ataban aprendiendo a darle el grado de importancia a cada una.
Finalmente me regaló liberarme del miedo, me di cuenta que me relacionaba con mi hija desde la angustia, y la raíz de esto era el miedo a que sucedería mañana, que podrá lograr mañana y el día que me liberé de las expectativas relacionándome con ella desde el amor, tomando en cuenta solamente el hoy, todo absolutamente todo cambió, ella es feliz y sigue avanzando, yo vivo tranquila y confiada en cada proceso de la vida, sin darle importancia al reloj, mediciones, parámetros estandarizados y sobre todo a la “normalidad”.
Todos son regalos muy grandes sea cual sea la situación, así que si por alguna razón hoy te sientes triste o angustiada por algún hijo, respira profundo y vive desde lo que hay tal cual es, para que puedas descubrir y recibir los regalos con todo tu ser y de igual forma puedas acompañar a tu hijo con todo tu ser, con lo único que realmente eres y existe en ti… Amor.
P.D. siempre que recibimos un regalo agradecemos, así que sea cual sea el escenario recuerda agradecerlo.