Una perspectiva desde una linda historia de lactancia
Por Clara Zapata Tarrés/ Liga de La Leche A.C.
Hay dos días del año en los que no podemos hacer nada. Uno es ayer y el otro es mañana. Hoy es el día correcto para creer, hacer y vivir.
Dalai Lama XIV
Como siempre lo digo, las historias de vida de las mamás y familias que asisten a los grupos de apoyo de la Liga de La Leche, siempre son la base para comprender lo que hace esta organización que lleva más de 60 años de existencia. Hoy en día, podemos ver que muchas personas requieren apoyo instantáneo y que existe una gran necesidad de parar un poco el tiempo, regresar a escuchar atentamente y mirar con paciencia o amor. Las reuniones presenciales son una gran oportunidad para ESTAR en el presente.
Hoy Lorena nos trae su propia historia que como cada una es única, irrepetible, presente y amorosa. Ella nos explica cómo es que la Liga de La Leche le ha ayudado en cada uno de los procesos de su maternidad: embarazo, parto, lactancia, crianza… Escuchemos sus palabras que vienen de su corazón…
El origen de todo
Desde que quedé embarazada tuve la convicción de entregarme por completo a mi bebé por lo que decidí prepararme para el momento del parto y fue así como inicié todo un proceso para nutrirme no solo de buenos alimentos sino de toda información que despejara cualquier duda o miedo que me surgiera.
Fue así como a partir de los 5 meses de embarazo decidí ir a un curso psicoprofiláctico donde aprendí tantas cosas acerca del parto respetado, los derechos de la mujer, las mejores posturas para parir sin dolor, los métodos de respiración y lo que para mí aún era un tema nuevo: la lactancia. Nuestra instructora mostraba tanta pasión en lo que nos enseñaba e informaba que una cosa fue llevando a la otra y así fue como sembró esa semillita latente para ir a una de las reuniones de la Liga de la Leche de las que tanto nos invitaba a asistir.
La primera vez que me enteré de la existencia de la Liga de La Leche fue a través de una revista que estaba leyendo. En la carta editorial, la misma editora exponía que cuando ella vivió en carne propia todas las dificultades que enfrentó al amamantar a su primer bebé, su principal salvación fue llamar por teléfono a la medianoche a una de las líderes de la Liga de La Leche. Entonces me quedé con una intriga enorme que me hacía cuestionarme cómo una llamada telefónica podía haberla ayudado en su situación. Desde ahí mi interés por la Liga comenzó. Gracias a una amiga que me unió al grupo en Facebook de la Liga de La Leche, pude contactarme con la administradora de la página y preguntar si podía yo estando embarazada ir a alguna reunión para prepararme y poder amamantar a mi bebé cuando naciera, la respuesta me tranquilizó puesto que la persona que me respondió me dijo que estaba en el mejor momento para asistir e informarme y que todas las embarazadas eran bienvenidas.
Mi primer reunión a la Liga de La Leche
Con 6 meses de embarazo y mil dudas de por medio decidí acudir a la que se convertiría la primera de muchas reuniones a las que he ido. Al llegar sentí de inmediato una calidez única que me hizo sentir muy cómoda y feliz de estar en el momento y lugar indicado. Sólo recuerdo haber aprendido tanto de mujeres que ya estaban amamantando, que contaban sus problemas y cómo los superaron, de mujeres que como yo también estaban embarazadas y tenían sus dudas, así como los consejos y experiencias de las líderes. Salí de ahí sintiéndome segura y con más ganas de seguir asistiendo, todo esto junto con el apoyo de mi esposo y del curso de preparación al parto fueron cimientos fuertes para lograr lo que ahora tengo.
Comienza la vida real
Nada se compara a lo que sentí cuando vi por primera vez a mi beba Ivanna al momento de nacer, el tiempo parecía detenerse después de las turbulentas contracciones que viví durante mi trabajo de parto que duró 24 horas. Ni el cansancio, ni el dolor, ni todo lo que había pasado pudieron detener el hecho de sentirme viva nuevamente por ver esa carita que me veía también con muchas ganas de conocerme y de estar cerca de mí.
El instinto no se hizo esperar y sólo recuerdo haberla tenido junto a mí desde el instante en que me la dieron camino a mi habitación, la traje pegadita conmigo todo el tiempo y así sin más la pegué a mi pecho para que se alimentara de mí, como si algo dentro de mí me dijera que eso debía hacer, lo hice y así dormimos toda la noche, juntas.
Tal vez el cansancio y toda la magia de la situación ya estaban recobrando sus pasos de conciencia y me iban despertando a la vida real. Sólo recuerdo que hacía lo correcto y nada ni nadie ponían en tela de juicio lo que yo estaba viviendo con mi hija. Recuerdo que cuando entraban las enfermeras a preguntarme o a revisar algo y me preguntaban si ya había comido mi bebé, siempre les respondía con un amable y seguro: Sí, ya comió.
Cuando llegaban algunas visitas, en ningún momento me sentí con pena de amamantar a mi bebé porque me aseguré de tener una cobijita o capita para tener privacidad pero en sí las visitas nunca fueron impedimento para disfrutar estar con mi bebé.
Creo que mis verdaderas dificultades comenzaron una vez estando en casa adaptándome ya a mi nuevo espacio con Ivanna, quien si llegaba a dormir 40 minutos era mucho. Literalmente recuerdo haberla tenido pegada a mi pecho todo el tiempo y a veces no sabía cómo acomodarme o acomodarla, factor que fue propiciando que me agrietara al grado de sangrar sobre las heridas que habían sanado. La bajada de leche ni la sentí por haberla tenido pegada a mí todo el tiempo, sólo recuerdo que usaba terapia de frio o calor para desinflamar pechos congestionados pero lo que más sufría era del dolor en mis pezones causados por las grietas.
Pidiendo ayuda
Era tanto el dolor, ardor e irritación que sentía aunado a los principios de depresión post parto que no tenía ganas ni de salir de la habitación, sólo recuerdo que mi esposo hacía mucho énfasis en que pidiera ayuda a alguna líder de la Liga que hablara con alguna de ellas por teléfono o que acudiera a la primer reunión y así fue como contacté primero con una de ellas y me sentí en parte aliviada por escuchar y que me escucharan.
A las dos semanas de nacida de mi bebé, acudí a la reunión más próxima que había y ahí fue donde me ayudaron a corregir la postura, me aconsejaron relajarme y estar tranquila para que todo fluyera y que empezara siempre a amamantar por el lado que menos dolía. Como si me hubieran dado una pastilla para el dolor y otra para la confianza y seguridad en mí misma, fue como salí de esa reunión y llegué a mi casa con ganas de conectar de nuevo con mi bebé. Desde ahí todo pintaba un nuevo panorama. Una vez que sanaron mis heridas también iba sanando poco a poco mi depresión, misma que duró aproximadamente tres meses, sin embargo ya me daban ganas de salir por lo menos a hacer el súper o a cualquier parte que pudiera llevar a mi bebé.
La lactancia, mi mejor aliada
Las salidas al cine desde que Ivanna tenía dos meses, no hubieran sido posibles si no tuviera de aliada a mi mejor amiga: la lactancia. Con la lactancia descubrí que como por arte de magia mis pechos además de alimentar, calmaban, daban consuelo, quitaban cualquier malestar y tenían un poder único para dormir a mi bebé. Esto lo aprendí durante los 3 años y 2 meses que amamanté a Ivanna, quien ha crecido de la forma más saludable y concluyó simplemente a que la he alimentado con puro amor porque no hay otra forma de explicar cómo puede ser una niña tan buena, tierna y que sólo da alegría a los demás.
Cerrando nuestro ciclo
Nunca entendí aquellas palabras que me marcaron de Laura Gutman que decían: “no sé cuándo ni cómo, pero sucederá”, refiriéndose al tan relativo tema del destete. Cada vez que me sentía agotada por esas noches en que despertaba junto con Ivanna más de ocho veces, al siguiente día volvían a mi cabeza esas palabras, tal vez como un consuelo y recordatorio de que debía seguir sin rendirme, siguiendo mi instinto que me mantenía en pie.
Recuerdo que todo comenzó cuando una cosa llevó a la otra. Primero fue pedir ir al baño sola a los 2 años 9 meses, de ahí a los 3 años dejó su etapa de pañal de manera muy exitosa, lo cual nunca me causó estrés ni prisa porque sucediera…eventualmente sabía que al igual que como dejaba la ropa así iba a pasar. Después llegó algo inesperado, mis sospechas de que estaba embarazada nuevamente se hicieron realidad lo cual nos llenó a toda la familia de gozo y felicidad en especial a Ivanna. Como siempre nos ha gustado viajar a cualquier lugar, decidimos que había que aprovechar llevar a Ivanna a conocer el mar antes de que el embarazo estuviera más avanzado, por lo que decidimos pasar dos semanas desconectados de todo, y fue tanto el cambio de rutina que las siestas de Ivanna comenzaron a desaparecer incluso hubo noches en que dejó de despertarse para pedirme su “chichita”, y así como hubo noches, también hubo uno que otro día que no me pedía, y yo solo me dejaba llevar al igual que ella.
Debo admitir que con todo el cambio hormonal del embarazo cada vez que Ivanna me llegaba a succionar, era como una descarga eléctrica, el dolor en mis pechos era muy fuerte y siempre le recordaba que me dolía y para mí ya más que disfrutar la lactancia a estas alturas, ya era cada vez menos placentera.
Al regresar del viaje, Ivanna seguía durmiendo toda la noche, y solo por las tardes al regresar de la escuela me pedía ”chichita” para dormir su siesta, eso sólo duró una semana y a la segunda recuerdo que cuando me llegó a pedir, simplemente no se durmió, volvió a jugar, entonces comprendí que ya no me necesitaba como antes, y fue así como al segundo día que volvió a pedirme, repitió lo mismo y con mucho dolor físico y emocional le dije que ya no me volvería a pedir, pero que en lugar de eso la iba a abrazar mucho y a darle la manita o acostarme con ella si así lo necesitaba. Después de un llanto como de reclamo y sentimiento, nos abrazamos por un largo rato, dando por concluido nuestro hermoso y único ciclo de lactancia que nos unió por 3 años y 2 meses. Ahora vivo a plenitud mi segundo embarazo y me dedico a ella dándole todo mi amor.
Por muchas razones, la lactancia materna se convirtió para mí en la mejor aliada no solo para nutrir y desarrollar a mi bebé, sino que fortaleció nuestro vínculo y es que además de todos los beneficios que vi a corto, mediano y largo plazo, el modo en que me hizo sentir el haber alimentado con mi propio cuerpo a mi hija, fue indescriptible y único.
Ahora sólo siento la necesidad de ayudar a otras mamás que como yo pudieran enfrentarse a algún problema o dificultar para amamantar, aportando así mi ´gotita de leche´ para que más mujeres como yo decidan entrar de lleno a vivir con plenitud su maternidad.
Y la historia de lactancia con mi segundo hijo está aún por comenzar…
Cuando me enteré que estaba embarazada de mi segundo bebé, me invadió la misma emoción y sentimientos que con Ivanna, y es que este bebé era tan esperado como el primero. Lo que no sabía era que mi corazón ahora latería más fuerte por dos seres tan únicos, tan iguales y a la vez tan diferentes entre sí.
El embarazo de mi segundo hijo se desarrolló de la misma forma que el primero, sumamente tranquilo, sin achaques típicos del embarazo promedio, y con una paz y tranquilidad que sólo en mi ser podía entender. La única diferencia era que podía dormir mejor en las noches sin necesidad de las 10 almohadas que con la primera…aquí veía ya la diferencia de carácter entre ambos hijos.
Damián es el nombre que siempre concebí e imaginé en caso de que tuviera un hijo varón, no lo podía visualizar de otra manera más que con ese, fue así como instantáneamente en cuanto supe que era niño en el eco, mi mente y corazón le daban la bienvenida a este hermoso ser.
Agregando un poco más de emoción a la historia, la fecha probable de parto resultaba ser ni más ni menos que la fecha más esperada y festejada por todos. Sí, hablo de la Navidad, 25 de diciembre para ser exactos… y bueno como su nombre indica, era probable o que se adelantara o se atrasara. Dicho y hecho, Damián la hizo de emoción, pasé la Nochebuena con un vaivén de contracciones que iban unas muy fuertes y de pronto bajaban de intensidad y así sucesivamente. Yo sólo quería conocerlo ya y tenerlo en mis brazos, pasó esa fecha y seguía con contracciones irregulares que sólo aumentaban mi impaciencia a pesar de que trataba de relajarme, pero es que, en algún lugar de mis pensamientos, ya me visualizaba festejando los cumpleaños de Damián en plena desenvoltura de regalos.
Una vez una amiga me dijo que los hijos son los mejores maestros, que hasta desde que están en la panza nos enseñan cosas, y en este caso no fue la excepción. Damián me enseñó a tener paciencia, disfrutar cada minuto, encontrarme con mi propio ser, aprender a sobrellevar el dolor de cada contracción, el hundirme en un universo entre él y yo, por fin entendí lo que realmente era perderse en uno mismo mientras se está en trabajo de parto.
El dolor que estaba esperando llegó, no era como con Ivanna que con ella sentía que mi cuerpo y espalda se partían en dos, este dolor era diferente, siempre clavado en el bajo vientre y pelvis, era la madrugada del martes 27 de diciembre del 2016, 1:15 para ser exactos, estando en mi habitación intentando volver a acostarme cuando ya las verdaderas contracciones comenzaban, sólo de pie era el modo en que me sentía más segura y cómoda (de algo sirvió el año previo que dediqué al yoga y a la meditación), inconscientemente cerraba mis ojos y esperaba que llegara esa contracción, tan inconfundible como cuando viene una gran ola en la marea. La recibía y aceptaba con una respiración profunda, como si mi cuerpo me dijera que debía sumergirme en esa ola para poder moverme junto con ella. Ese fue mi gran encuentro con mi propio ser interior, mi fortaleza, mis propios miedos, mi propio dolor. Me invade un orgullo interior de saberme más madura y entera y sé que no cambiaría nada de lo que viví tanto en el primero como el segundo trabajo de parto, ya que ambos me llenaron de aprendizaje y sabiduría.
En ambos trabajos de parto decidí usar anestesia y en ninguno tuve ninguna complicación, en la labor de parto con Damián tenía muy poca dosis y sentía y estaba consciente del dolor y de cuándo debía pujar, no lo voy a negar, en este trabajo de parto estuve más cansada, pero nada que no pudiera soportar con tal de encontrarme con mi bebé.
Sólo recuerdo el último pujo en donde me perdí, me fui de nuevo a mi propio universo donde sólo yo existía junto con mi bebé, y fue así como dejando a un lado cualquier sonido o recomendación de la doctora, pujé de forma natural y a mi ritmo para dar paso a la vida a Damián. Sólo recuerdo sentirlo sobre mí, calientito y tan tranquilo y en paz como yo, un alivio que no puedo explicar, su llanto lo escuché hasta que debieron revisarlo de forma rutinaria, pero fue cuestión de minutos, luego lo llevé junto conmigo en la camilla a la habitación y ahí sin más ni más, se prendió a mi pecho como si siempre lo hubiera hecho, viéndome fijamente con una mirada que sólo un hijo puede dar a una madre.
Contraria a mi primera historia de lactancia, en esta no hubo tanto drama ni grietas ni depresión, sólo paz, amor y alegría. Recuerdo que sólo mi preocupación era el cómo lo iba a tomar Ivanna, y de nuevo mi gran maestra fue quien me enseñó a que todo pasa como debe pasar, ella solita vivió conmigo y con mi esposo todo el proceso desde el trabajo de parto y entonces supe desde que vio a su hermano, que esa relación sería inquebrantable.
La lactancia con Damián ha sido tan natural y la disfruto tanto, que incluso en las noches en que llega a despertarse, agradezco a la vida y al universo por tener a ese ser que sólo me enseña a dar el amor más incondicional que puede existir.
Gracias, Lorena Salas Sobrevilla (no te pierdas su columna Primero mujer, luego madre aquí en NES)
Los grupos de apoyo presenciales de la Liga de La Leche así como el diálogo con las líderes de esta bella organización nos ayudan a sentirnos acompañadas. No tiene comparación mirar de frente, aprender de otras madres y familias sobre lactancia, pero también sobre una manera de criar que respeta profundamente las necesidades de los bebés y los niños y niñas. No te pierdas esta experiencia. No estás sola!