Por Susana López Siller
¿Qué es primero, la mujer, la madre, la esposa o la profesionista? Comúnmente se dice que una madre deja todo por sus hijos ¿Pero, ese todo involucra a sí misma? ¿Hasta dónde llega nuestra libertad como madres y hasta dónde nuestras responsabilidades? Todas estas preguntas me persiguen continuamente.
Verán, me convertí en mamá a los 25 años (actualmente tengo 28). Soy una mamá que trabaja, hace lo posible por pasar tiempo de calidad con sus hijos, con su pareja y con sus amigas. Creo que en la interminable lista de cosas por hacer en mi día a día, por lo regular, mi nombre aparece al último. Y aunque me encante el sonido de la voz de mis hijos, mi nombre no es mamá, es Susana. Y debajo de todo el caos y la locura que vivo diariamente en mi rutina, se encuentra un ser humano con sueños y objetivos personales por cumplir.
Y entonces ¿Cómo puedo lograr balancear mis anhelos propios y aquellos que tengo para mi familia? No tengo una respuesta exacta, y creo que para la mayoría de nosotras sería difícil hacerlo. Lo que sí sé es que me he esmerado increíblemente por demostrar lo que soy: una buena madre, una buena novia, una buena hija, hermana, profesionista, etc… Pero quizás debería tomar más de mi tiempo en sólo SER y no tanto en demostrarlo. Vivimos un país en el que según un estudio realizado por Groupon Latam, el 83% de las madres utilizan redes sociales, por lo que es común engancharnos con la idea de que otras madres son mejor que nosotras. Porque en las fotos o videos que aparecen en sus perfiles parecen verse más felices, satisfechas, viajadas, descansadas. Y los momentos reales, el día a día, con la pijama en domingo a las 2 p.m. o con los niños llenos de comida por el cabello, no se publican. Y pareciera que estamos concursando por ser la madre del siglo, cuando honestamente, todas simplemente queremos superar un día.
Creo que es importante que comencemos por ser honestas, con nosotras mismas, y que sepamos que aquello que hacemos es lo mejor que podemos hacer con las herramientas que por el momento tenemos. Y si hay mamás a las que se les facilita más tal o cuál tarea ¡Bien por ellas! Un estado de sororidad, nos podría llevar a reconocer aquello en lo que soy buena y aquello en lo que otra también lo es. Y es a través de este reconocimiento, que podemos librarnos de las expectativas que cargamos en los hombros, como una pesada mochila.
¿Qué tal si dejamos de seguir a todas esas “Influencers” que hacen parecer de la maternidad un parque de diversiones? ¿Qué tal si dejamos de comparar nuestros cuerpos con esos #PostPartumBodiesde 2 semanas con cuadritos en el abdomen? ¿Qué tal si simplemente somos nosotras? Sin juicios, sin comparaciones. Anhelemos esa libertad, que sólo viene de adentro, de nosotras mismas. Podemos empoderarnos trabajando muy duro o mostrando nuestro traje de baño nuevo con el cuerpo después de 3 partos. Necesitamos vivir, sin pedir disculpas ni permiso, con la certeza de que necesitamos cambiar esta sociedad, que espera encajarnos a todas en el mismo molde.