Por Dona Wiseman
Hoy le pregunté a hombre su edad. Me sorprendí y me entristecí cuando escuché un número de años que era 10 menos de los que yo le calculaba. No soy buena para calcular la edad de la gente. Y sí, tengo un “asunto” con la gente que envejece antes de tiempo. Mi madre envejeció mucho, por enfermedad y por un estilo de vida no saludable (ni física ni emocionalmente). Murió a los 67 años y parecía una viejecitita. Así con exageración para expresarme mejor.
Parece que la edad se manifiesta de distintas maneras en cada una de nosotras, dependiendo de montones de factores, y si pudiera cualquiera de nosotras encontrar el secreto y embotellarlo se haría millonaria quizás.
Industrias de todo tipo han intentado. La médica, la farmacéutica, la de “coaching”, la alimenticia, la deportiva. ¡Creo que nos están engañando! No en todo, pero sí en mucho. Creo que lo único que nos acerca a la vitalidad (que juventud y vejez son números y son lo que son) es el camino personal hacia la satisfacción (léase “felicidad”). Ese camino es personal, individual y a veces hasta privado. Lo que me satisface a mí, a ti igual y no, y luego hay gente, como lo fue mi madre, que dudo pueda acercarse a la satisfacción. Es como si les causara alergia. Ella fue de esas personas que vivían en el “sí está bien, pero…”, siempre en lo que falta, en lo que no está completo. A veces la gente me pregunta cómo le hago, digo, que me ven joven – no es verdad, me ven vital, que es muy distinto. ¡¡¡No soy joven!!! Pues, de todas maneras, les diré mi secreto.
Sí es verdad que algo falta, que nada está completo, que el mundo está raro, que la gente no es lo que yo quisiera, que me falta lana, que tengo mucho trabajo, que no estoy de acuerdo con muchas cosas, que no me gusta el aguacate, que hay injusticias y pobreza, que hay fanatismo y mucha locura, que se me olvidan textos y me trato con una dureza extrema, que soy dura conmigo y con todos, que oscilo entre querer estar con gente y querer vivir en una cueva en una montaña donde no hay nadie, que hace un calor de la chingada, que no puedo comer lácteos ni gluten ni azúcar, que me falta bajar 5 kilos y tengo cuerpo de señora grande (entiéndase con todo lo que eso implica)…pero también es verdad que soy agradecida por lo que sí hay, lo que miro a mi alrededor y hasta el más pequeño detalle me provoca una conexión profunda con la gratitud. La mirada de las personas, su compañía, su respeto, su admiración, su silencio, su éxito, su talento. Mis espacios. Mi libertad. Los logros de mis hijos. El buen vino, la buena comida, la música que me gusta. La fogata, la chimenea, los bares, los teatros, los escenarios, los artistas. Ver a mis hijos exitosos y admirados. La sexualidad, la prosperidad, la creatividad, las oportunidades, las opciones. Parte del secreto (lo que funciona para mí) es decir “sí”. Evidentemente no a todo, pero sí a mucho.
Tú, haz el ejercicio de observar lo que te acerca a la vida, a la vitalidad. Encontrarás un conjunto de actividades y cosas y eventos y personas e ideas y comidas y lugares y… Lo otro seguirá existiendo y habrá que atenderlo. Siempre me ha sido más fácil lidiar con la insatisfacción cuando estoy agarrada de la mano de la satisfacción. ¡Salud!