Por Blanca Garza y Vero Barreda
Es inevitable y no hay marcha atrás. Llegó el momento en que nuestras hijas dejaron ya la comodidad y calor del hogar, de la dependencia y el mundo les abrió paso ante nuestros ojos.
Y cuando estés en ese momento, te preguntarás si el mundo está listo para recibirlos y además si el mundo se parece al que deseas para ellos, con una sociedad bondadosa, incluyente y con valores. Pues bien, hoy estamos aquí para decirte que lo más importante no es que gastes energía en cambiar un mundo que no podrás cambiar, sino que lo hagas en hacer de ellos, tus hijos, tu legado, personas de bien. Dice una conocida frase: “No te preocupes por el mundo que le dejas a tus hijos, preocúpate por los hijos que le dejas a este mundo”.
Teniendo en cuenta que no tendrás muchos años para hacerlo, quizá sean entre 10 y 15, antes de que salgan a descubrirlo todo, con caídas, levantadas, con mucha o poca seguridad, y tomando muchas decisiones que dependerán en gran medida de lo que hayan aprendido en casa, de lo que le hayamos transmitido.
A partir de esa edad lo que debe quedar es la confianza. Claro que aún podrás enseñarles un montón de cosas. Todavía observaran tus formas de arreglar las cosas, de lidiar con los conflictos y de encontrar soluciones, pero para entonces su entorno directo se habrá ampliado. Estarás tú, estará su padre, pero también estarán sus amigos y sus amigas, cada uno con sus sueños, sus inquietudes, sus alegrías y sus penas, todos diferentes: unos con ganas de ser el mejor, otros con ganas de pasar inadvertidos, otros buscando ser los más populares y otros los más rebeldes.
Se juntarán con todos ellos, y tendrán que encontrar su lugar en ese grupo y empezar a tomar decisiones importantes. Lo de escoger qué quieren para desayunar o qué camiseta les queda mejor pasará a un segundo plano, obviamente, ante la disyuntiva de irse con el grupo de los más responsables, el grupo de los que parecen buena gente, pero tienen pinta de frikis, el grupo de los antisistema que solo buscan la libertad y vivir a tope, el grupo de… o simplemente decidir no encasillarse en ninguno de ellos y optar por llevarse bien con todos, si es que acaso es posible.
Tendrán que escoger qué estudiar, valorar qué les gusta más, descubrir cómo comunicarme con la chica o el chico que les empieza a gustar, decidir si les queda mejor una sonrisa o un cigarro en la boca y si será mejor tratar de pasarla bien con un refresco, con una cerveza o con esa botella de licor que alguien habrá conseguido.
¿Se subirán a ese coche o no lo harán? ¡Si se acaban de conocer! ¿Aventura o irresponsabilidad?
¿Los respetarán más si hacen esa locura que les dicen que tienen que hacer para formar parte de su grupo? Les parecerá divertido, ¿por qué no? ¿Por qué sí?
También tendrán que decidir si se ponen del lado del oprimido o del opresor, o del lado del abusado o del abusador, porque no nos engañemos, seguirán existiendo adolescentes con tantos problemas de autoestima, que pretenderán solucionarlos destrozando la vida de los demás.
¿Podrán descubrir que los preparaste para un mundo horrible, y te agradecerán el haberles ayudado a ser crítico y firme en sus convicciones?
¿O se darán cuenta de que apenas les ayudaste a ser autónomos, emocionalmente hablando, porque siempre sabías lo que era mejor para ellos? Quizás ahora no sean capaces de tomar sus propias decisiones porque no los dejaste tomarlas nunca.
¿O quizás les diste tanta libertad que ahora no tienen claro qué está bien y qué no? ¿O no era libertad y era permisividad? Tantos años dejándolos dominar tu mundo y ahora te das cuenta de que no domina nada, en realidad. No son nadie fuera de casa. ¿Por qué?
De lo que hagas hoy, de cómo actues mañana, de cuál sea tu manera de ser, actuar y educar cada día, semana, mes y año, dependerá en gran parte cómo será ella o como será él, tus hijos, cuando lleguen todos esos momentos. No llegarán el mismo día, claro… será algo progresivo. Pero en ese punto, serán muchas las cosas de las que no te enteraste nunca, o que descubrirás demasiado tarde. Por eso lo que queda al final es, como digo, la confianza. Ya no tendrás el control, y eso da mucho miedo. Deberá quedar la confianza en que el día que se echen a volar serán capaces de valorar sus alas, de descubrir con responsabilidad sus capacidades, sus limitaciones y sus posibilidades, y de escoger bien el camino, aunque a menudo se equivoquen.
Eres su ejemplo, tenlo siempre en cuenta. Eres su abrazo cuando lo necesitan, nunca lo olvides. Eres ese corazón que se abre para decirles cómo sientes, cuando sufres y lloras, para que ellos aprendan que el dolor existe también, y que de él se pueden sacar cosas buenas, como soluciones o ganas de levantarse, y que cuando no es posible, al menos se puede aprender a vivir con ello.
Eres todas esas cosas, y muchas más. Porque cada vez que los tratas con respeto, con cariño, cada vez que te muerdes los labios para no gritarles y buscar otra solución para explicarles lo que podrían haber hecho mejor, le estás enseñando cómo deben actuar con los demás, y cómo deben tratarles. Cuando les dices ¡estoy tan enfadada! Y se los cuentas y al final te entienden, están descubriendo esas emociones que a veces sienten y no saben nombrar: la ira, el enfado, el deseo de vengarme… y con tu manera de actuar les enseñas que hay otro modo de canalizar esa rabia.
Y cuando juegas, y cuando ríes y les haces reír, y cuando dejas lo que estabas haciendo para ayudarles un momento para que ellos puedan proseguir, cuando te brillan los ojos al mirarlos… Cuando eres su madre, su mamá, y te miran con orgullo, y tienen ganas de gritarles a todos que “¡Eh, ella es mi mamá!”.
Solo queremos decirte eso. Que lo mal que lo estás pasando ahora, lo duro que se te está haciendo a veces, tiene un porqué: son muchas las preocupaciones, muchas las horas preguntándote cómo hacerlo mejor, muchas horas sin dormir solo por intentar que ellos lo pueda hacer a gusto, sin lágrimas. Y luego la constante búsqueda de información para cuidarlos del mejor modo posible. Y todas esas horas que les dedicas para enseñarles tantas cosas, y enseñarles a vivir, a comunicarse, a ser.
Todo lo que haces ahora les ayudará a llegar a esa época, al día de su primer vuelo, con más confianza, valores, principios, autoestima y seguridad en ellos mismos. Y deseamos de corazón, que, así como hemos disfrutado nosotras, el viaje de tus hijos te sea muy, pero muy placentero.