Por Laura Prieto
Mi hijo tiene seis años, él conoce los teléfonos touch, la programación vía streaming, televisores inteligentes, videollamadas, relojes asistentes, lo que para mí era ciencia ficción cuando era niña, para él es lo normal, de hecho, para mi hijo es difícil imaginarse un mundo sin internet, en la escuela estuvieron aprendiendo desde la invención de la rueda hasta el internet y el se maravilla y me pregunta ¿cómo era el mundo antes de ser “internéctico”? Hoy les voy a platicar, cómo en un mundo sin internet aprendí a tatuar.
Hoy tenemos toda la información que necesitamos en nuestros smartphones, una simple calculadora, libros, videos, herramientas para editar textos, fotos, edición de fotos, entrenador personal, todo cabe en un pequeño aparato, pero al parecer, estudios han comprobado que a pesar de tener tanta información somos un poco más tontos, ¿será cierto? Hace 17 años que empecé a tatuar, no había internet, en el estudio no teníamos computadora, tampoco impresora, entonces, si no había Instagram o Pinterest, ¿cómo le hacíamos para encontrar el diseño ideal? Y la respuesta era sencilla: tomábamos referencias de libros y revistas, dibujábamos, platicábamos con el cliente, hasta tener el diseño perfecto para cada quien, nos inspirábamos en pintores, íbamos a museos, y cada mes esperábamos que al puesto de revistas llegaran nuevas entregas de revistas de tatuaje. Hacíamos libros con nuestros dibujos, ideas propias con la esperanza que estas obras originales se las tatuara algún cliente.
No había YouTube, ahora puedes aprender a tomar fotos, maquillar, incluso tatuar, hay un sin fin de tutoriales, pero en aquellos tiempos que empecé tenías que interactuar con la gente si querías aprender algún oficio, entonces para aprender a tatuar debías ir de aprendiz a un estudio de tatuaje y aprendías muchas cosas como humildad, servicio al cliente, creatividad, fueron horas y horas de observar cómo un experto tatuaba, algo así como ver YouTube o Facebook live pero con la oportunidad de preguntar al momento. También íbamos a cursos y seminarios para complementar, salíamos de casa para aprender, era difícil encontrar la información, pero con perseverancia lo conseguíamos.
“Si los teléfonos no tenían cámara, ¿cómo le tomabas foto a los tatuajes que hacías?” En aquellos tiempos iba a un estudio de foto profesional, llevaba al cliente sanguinoliento y recién tatuado a que le tomaran foto para mi álbum pictográfico, muy importantes para mi currículo.
Hace 17 años el mundo no era “internectico” pero nos las arreglábamos para funcionar, éramos muy creativos y era muy divertido.
No estás sola.