Por Cristina Aguirre
¡Hola! AQUÍ ESTOY DE NUEVO, DANDO LATA, por fin comenzaron las vacaciones y comienzo a ver la luz después de este pesadísimo mes. Me da gusto volver a encontrar este tiempo que tanto disfruto para escribir y compartir con ustedes.
Les platico que ahora que estaba viendo la supuesta noticia fake en la que se advertía sobre un modo nuevo de secuestro (el cual consiste en que un fulano miembro de alguna banda se esconde en la cajuela y espera en silencio hasta llegar a la casa de la victima para salir y comenzar el atraco); lo único que pude pensar fue “si me pasa esto, el atacante terminaría por abortar su misión o simplemente quedaría asfixiado con tanta vuelta que doy al día.”
Comienzan las vacaciones y en verdad aunque sé el reto que es mantener vivos a los hijos en la casa, me siento un poco aliviada de las ene mil vueltas que doy al día. Mi camioneta se convirtió en mi segundo hogar y hasta pensando en comprar mangas, guantes o algún buen traje “chernobyliano” para cubrirme de los rayos solares.
Sinceramente entiendo en este sentido, lo necesario que es cerrar ciclos hasta académicos y que las vacaciones tienen una razón de ser. Estos últimos días me topaba con varias mamás cansadas (por no decir hasta la “mother”) así como con el chip vacacional integrado, fastidiadas al igual que los niños, sumado a las vueltas extras por cierres de academias, clases públicas, etc etc… nos estábamos volviendo locas ¿no?
En lo personal, ya mandaba el lonche así casi que lo primero que encontraba en la despensa, ÚNICO REQUISITO: que fuera masticable: ¡BIEN! Ya no había como esta chispa de inspiración … los tenis… los zapatos ya dando una lástima terrible… sucios, agujerados.. me decía la reina de mis quincenas: “Señora tráigame más pintura blanca porque por más que los tallo se ven grises” – “No se preocupe doña Rebe así nomás sumérjalos al bote de pintura…” porque en serio comprar otros para dos semanas más y a esta edad que les crece la pata casi que por semana, que se vayan así, fresquecitos, agujerados pero bien pintaditos. Ya estrenarán sus zapatos escolares en agosto.
Pensé en poner en una balanza en qué actividades vale la pena repetir para este ciclo escolar que venga, para evitarme terminar tan cansada como en éste, pero por más que intento reducir esta agenda apretada de los niños, IMPOSIBLE, de hecho siempre termino cayendo e inscribiéndolos a más actividades, así que mejor disfruto estos días sin tanta vuelta obligatoria.
Otro lado positivo, es que en esta época, disminuyen considerablemente el número de piñatas ya que muchos de los que cumplen en vacaciones aprovecharon para festejarse el último mes de clases (terriblemente agotador porque tenía hasta dos piñatas diarias), encochinamiento diría mi maestra de deportes. Así que aprovecho que ya acabo la masacre de compradera de regalos, tragadera y corredera para hacer actividades diferentes y con menos tentaciones.
No sé en qué humor y no sé en qué sentido escribiré en dos semanas, solo se que también me urgían las vacaciones… me urgía quitarme un poco de encima los cerrados horarios, de llevar y recoger infantes… de estar corriendo para preparar comida, lonche, baño, dormida etc..
El tráfico también comienza a ceder en esta temporada, un poco más despejado en horas pico, ya solo sigo esperanzada y creyendo que en la tromba de este sábado venía montada Mary Poppins para entretener a mis maravillosos hijos.
Y comienza la travesía, ¡felices vacaciones!