Por Blanca Garza y Vero Barreda
Si una mujer ha sanado de verdad no concibe a sus hijos como una carga. Saber poner cada cosa en su lugar es uno de los mayores dones que desarrollamos al sanarnos como mujer.
Desde que nacemos como mujeres adquirimos una larga lista de papeles que representar: hija, hermana, esposa, novia, amiga y uno de los más importantes, ser madres. La sociedad nos “obliga” a que nos centremos en la educación y crecimiento de los hijos una vez que los tenemos; además, nos bombardea constantemente con lo complicado que es balancear el papel de madre con el de trabajadora, con el de pareja, ciudadana y mujer.
Siendo así, es nuestra responsabilidad sanar la relación de las mujeres consigo mismas, tanto a las presentes como a las futuras. Hay que eliminar el sufrimiento que nos toca aceptar por ser mujeres, dejar se ser víctimas y no permitir situaciones que rebasen nuestros propios límites emocionales y físicos. No podemos seguir posponiendo esta tarea, de esta manera educaremos a nuestras hijas el gran valor del auto respeto, así como a nuestros hijos a respetar al mundo femenino.
Quizá en este momento te estés preguntando, ¿Cómo sanaría algo que no creo este dañado? Desde que llegamos a este maravilloso viaje llamado vida, vamos aspirando tantas emociones negativas que vamos haciendo nuestro el dolor, dejando que forme parte de nuestro día a día, de nuestra vida y de nuestro yo más profundo.
Este será nuestro primer paso, reconocer reconocer las heridas que tenemos, pueden ser de abuso, de traición, de sumisión, algo con lo que no te hayas sentido bien pero que tuviste que dejar pasar por el hecho de ser mujer y que te duele. No será sencillo, probablemente por años hemos disfrazado lo que nos duele, y destaparlas causará nuevamente dolor, no desistas, no es más fácil vivir como hasta ahora, dejarlo escondido. Te pedimos que hagas contacto visual con tus hijas y te preguntes ¿y si por ella valiera la pena? ¿podré cambiar lo que pareciera estar “destinado” para mi hija? Llénate de amor y continúa.
No es necesario vivir este proceso sola, algunas veces dolerá tanto, que podremos sentirnos muy solas. Levántate y voltea, ¿quién está cerca? una amiga, tu pareja o hasta un profesional de la salud con quien puedas descargar todo eso que has tenido en ti y que no has podido acomodar para superarlo. Grita lo que no gritaste, llora lo que no lloraste, sacar lo que guardamos nos servirá para expulsar el dolor.
Sólo así podremos cerrar la herida, no tapándola con otra, sino cosiendo ese pedazo roto de nuevo en nuestro cuerpo, acomodarlo en un lugar donde no duela y no estorbe, donde pueda quedarse en paz.
Otra asignatura pendiente es la sexualidad. Bastante difícil es disfrutar de ella plenamente, amarnos, respetarnos y no tener que ocultarnos. Una mujer libre y completa respeta sus deseos y sus necesidades, permitiéndose explorar y potenciar todo tipo de inquietudes.
Como mujeres hemos estado limitadas en lo que podemos hacer, decir, pensar y sentir. Es posible que nos fastidie reconocerlo, pero en el fondo sabemos que hay muchos prejuicios que limitan nuestra vida, ideas sobre las cuales no tenemos ningún dominio. Hace falta valor para aprender a respetarnos a nosotras mismas y respetar nuestro cuerpo, al margen de las heridas recibidas, de nuestro peso actual, de con quién estemos casadas o de cuáles sean nuestras preferencias sexuales.
Una mujer que ha sanado por dentro sabe que no es indispensable para nadie, excepto para sí misma. Esta mujer amará libremente, cuidará su bienestar emocional y físico, tratándose con delicadeza y cuidado y no olvidará que las heridas no se sanan solas.
Comprométete a vivir tus sueños día a día. Ese es el proceso que se requiere para sanar a nuestra familia, nuestra comunidad, nuestro planeta.
Nosotras te invitamos a que continúes adelante, a abrazar a tus hijos, a llenarte de luz de la luna, a tomar el sol, a disfrutar de una buena comida, a saborear una copa de vino, sabiendo en el fondo que el siguiente paso para sanar y vivir dichosa ya está ahí, esperando a que lo escuches, esperando a nacer en el mundo, a través de ti, querida mujer.