Por Clara F. Zapata Tarrés
Hoy celebramos tal cual lo hicieron 7 mujeres en 1956 en la Liga de La Leche. Ellas se reunieron en un parque. No importó la geografía y ellas siguieron construyendo un legado que tiene más de 60 años. Tejieron con fortaleza y valentía un proceso, una red, un camino que no es fácil, que conlleva el tomar decisiones y enfrentarse al mundo de manera revolucionaria.
Hoy, 2019, también nos reunimos en un parque haciendo la metáfora, la alegoría de esa tarde de 1956. Espacios abiertos, tarde soleada, tapetes, niños corriendo y disfrutando el contacto con su familia, amamantando libremente y mirando de vez en cuando a algún miembro de su familia, sabiendo que están en un ambiente seguro. Esto es la libertad… Porque en cada etapa, sea de 3 días o de 12 años, nuestros hijos saben que estamos ahí para ellos. Pueden estar cerca de nuestros corazones, pegados al pecho, comiendo la vida misma. Y de pronto corren, bailan, ríen a carcajadas tocando las miradas de sus cuidadores con certidumbre, confianza, y convicción. La lealtad se aparece para dar forma y fondo a la certeza.
Las mujeres bailan y sus bebés cargados en brazos a manos libres, en rebozo, fular, mochila o así, sin más que el corazón de por medio. Y sigue pareciendo extraño para algunos, incluso para los niños grandes que preguntan “¿Por qué se quedan así de tranquilos los bebés cargados cuando sus mamás bailan?”. El apego, la crianza respetuosa y sobre todo el saber que estaremos ahí, disponibles y con nuestras emociones buenas, malas y de todos los tonos a cuestas. Se nota el apapacho y la comunicación en cada paso, en cada sonrisa, en cada caricia que se da generosa, sin esperar nada a cambio; tal vez solamente la reciprocidad en amor. Las bailarinas mismas reconocen que es una manera de ser más libres, de no tener las disyuntivas de definir la maternidad como todo o nada. Reconocen que esta es la forma, hacer lo cotidiano con nuestro bebé abrazado en todo momento. Es una manera también de recuperar la cercanía cuando volvemos del trabajo remunerado y de regalar el tiempo y el alma. El cariño es transparente. No es ni irónico, ni forzoso ni entrometido, es completamente cristalino.
¿Por qué no hacerlo? ¿Por qué pensar que no se puede? Por qué pensar que amamantar y criar despacio no es compatible con la vida individual?
Esta cápsula de tiempo, es una fotografía de la posibilidad de ser libres y de reconocer que juntas, en círculo, de la mano una a una, una a uno, formamos el empoderamiento. Porque empoderarse no es tener el poder. Es haber tomado una decisión consciente y reconocer cualquier sentimiento para convertirse y reconvertirse, renaciendo en este abrazo, que con el viento, la melodía y el arrullo empodera.
Empoderarse es reconocer que necesitamos de los demás para florecer, que aceptando la soledad, buscamos una solución para encontrar la libertad para elegir.
Empoderarse es también sentirse sensual y que la sexualidad, en todo el sentido, puede ser representada de diferentes maneras, con todo y cachorro caminando cerca.
Empoderarse es la posibilidad de sentirse acompañada, de saber que mis instintos pueden tener un lugar y que mientras más los abracemos, mayor libertad, seguridad y tranquilidad alcanzaremos.
Empoderarse es hacer posible el deseo, y recrear nuestro imaginario.
Empoderarse es hacerlo posible.
Busca tu red, busca tus aliados, encuentra la contención, la mirada cómplice. Decide y actúa con libertad.
Hagamos posible la lactancia, juntos.