De eso que llamamos libertad…

Por Clara Zapata Tarrés

Los testimonios de madres que amamantan son la mejor ilustración de lo que se vive y se siente. El paso de percibirnos como humanas mamíferas a veces puede ser duro pero el tránsito que lleva pasión, intensidad, nos hace muchas veces renacer y encontrar la libertad que estaba escondidita en algún cajón de nuestro corazón. Todos los días somos capaces de cambiar hábitos, costumbres y cuando tenemos una meta, proyecto o deseo, lo logramos con ganas pero también haciendo esfuerzos, rompiendo costumbres, cuestionando nuestra propia cultura. Y … cambiamos…

Acaba de pasar la Semana Mundial de Lactancia Materna que nos recuerda que las decisiones son propias, íntimas. Los cómos de los partos son decisiones, amamantar también es una decisión, un camino. Y como todo camino requiere de alegrías y retos.

Ale, con su mirada clara, con la tenacidad y la pasión por su trabajo periodístico, con sus ojos sensibles para captar las emociones junto con su cámara, nos lleva por la travesía  tortuosa que caminó para llegar a ser hoy una madre como cualquiera de nosotras: con dudas, con vaivenes, con el corazón y el alma expuestas; sincera, con la verdad en la mano, sin mentiras, contando con transparencia la multiplicidad de emociones que podemos llegar a sentir. Las humanas, mujeres, madres, trabajadoras, tejedoras, no somos perfectas y por eso somos libres…  Aquí el hermoso testimonio de mi querida Ale…

Rompiendo creencias

He de comenzar por decirles que me emocioné muchísimo cuando mi asesora de lactancia me invitó a escribir sobre mi experiencia en este tema en tan maravillosa revista dedicada a la mujer, ya que si hay algo muy significativo en mi vida en mi rol como madre y mujer es la lactancia materna, y todo lo que eso ha conllevado en mis casi 4 años de lactancia a mis dos hijas, Zulia de tres años 7 meses y la pequeña Alessa de uno y medio.

Todo comenzó cuando era pequeña, yo tenía alrededor de 8 años y una prima hermana tuvo a su primer hijo.  Cuando nació el bebé fuimos mis primas, tías y yo de visita a su casa después de que ella salió del hospital.  Recuerdo que le estaban preparando un biberón de una marca muy exclusiva de aquellos tiempos y una de mis tías hizo referencia a que era la mejor del mercado, mientras otra le preguntaba que si le daba pecho, y mi tía le contestó: ‘’No le sale mucha leche, ya ves que nosotras no somos buenas para amamantar’’, lo que se me quedaría marcado en mi mente como una etiqueta hasta el día de mi parto y mi primer contacto con ella.

A mis 24 años y sin planearlo, mi pareja y yo nos enteramos que seríamos padres. Inmensa de miedo me aventuré al gran reto de mi vida, ser madre; he de contarles que es el logro más grande que enfrentado, desde el embarazo, el parto, la crianza y por su puesto la lactancia.

Estefan y yo decidimos tener un parto humanizado desde el amor de nuestro hogar, bajo una preparación psicoprofilaxis especial y de mucho estudio. Fue entonces que contacté a quien sería mi partera, Doris Silva, una maravillosa matrona que ha atendido muchísimos partos y que es muy reconocida en el norte del país. Previo al día de su nacimiento, escuchaba miles de comentarios diciéndome cómo sería el parto, lo que me iba a doler, a lo que me iba a enfrentar; pero nunca nadie me dijo qué pasaba después.

En todo mi embarazo sentí mucho miedo de lactar, puesto que siempre tuve grabado que en las mujeres de mi familia no éramos capaces de amamantar por disposición genética, aunque cosa contradictoria, ya que mi abuela tuvo 18 hijos y a todos los amamantó, pero a mis tías les entró algo ‘’extraño’’ diciendo que sólo a algunas les pasaba esto, en la que yo me incluí.

Días antes de que naciera Zulia, me metí a la cabeza que, si yo era capaz de tener a mi hija en un parto desde mi hogar y sin medicación, sin duda sería capaz de amamantar a mi hija, más nunca me acerqué a la Liga de La Leche sino hasta semanas posteriores a su nacimiento.

Foto: Ana Carral

Y se llegó el día, con miedos, dolor, pero mucho esfuerzo, nació mi primera hija rodeada de amor en una alberca de agua en la recamara de mi casa, se la llevaron a otro cuarto por algunos minutos mientras me limpiaban y me sacaban de la alberca. Cuando de nuevo volvió, recuerdo que mi otra partera Angie se acercó y me dijo ‘’Ale tiene mucha hambre’’, así que yo la tomé en mis brazos y valiente me la pegué. Fue el dolor más inmenso que pude sentir. Sí, estarán pensando ¿peor que el parto? Y sí, lo sentí mucho, y peor conforme pasaban los días. Recuerdo a mi hermana y a mi pareja tratando de convencerme para que le diera de comer ya que ella lloraba de sufrimiento por su alimento, mientras yo gritaba ¡Traigan fórmula! Aun así, no me di por vencida, con dolor, grietas en mis pezones y desvelo, me quedé siempre a un lado de ella para ser su cobija, su alimento, su compañía, su amor incondicional.

Pasaron un par de semanas y cuando por fin decidí ir a La Liga de La Leche, recuerdo que entré con miedo, mi hija no subía de peso y temía que ellas me dijeran que efectivamente, mi leche no era apta. De inmediato me recibió la Líder de la Liga en Coahuila, a quien recuerdo con mucho cariño. Se acercó mientras con lágrimas en los ojos yo le contaba que me dolía horrible, pero que aun así seguía de pie, sin darle una sola onza de fórmula y dispuesta a continuar. Ella de inmediato me tranquilizó, me llevó a un lugar separado y me pidió que le ensañara mis pechos. De pronto vi la expresión en sus ojos, estaba aterrada de ver cómo seguía amamantando con los pezones heridos por completo. Recuerdo las palabras que utilizó: ‘’Mi niña, estás amamantando en una posición incorrecta’’. Yo no podía creer que eso fuera posible, ¡vi millones de tutoriales y las parteras me pasaron miles de tips!. Pero ahí estaban las expertas, quienes me sentaron en una silla y junto a Estefan nos enseñaron como debía acomodar a mi bebé.

Agradecida y rodeada de mucho cariño, salí de ahí muy ilusionada por saber que yo ¡sí podía!, que tal vez fue mi miedo, mi ignorancia y el no haberme acercado nunca a un grupo de apoyo y una organización, compuesta por maravillosas voluntarias que están siempre dispuestas ayudar en este proceso a veces complejo para muchas como yo.

Me fui a mi casa con toda la disposición de continuar con este proceso y dar el líquido que vale más que el oro, que es alimento, bebida, calor, seguridad y amor. Y así, paso un año y medio hasta que supe que venía Alessa, tuve que destetar a la que todavía era mi bebe para convertirla en niña grande. El destete no fue fácil, fue un proceso largo, pero de mucho respeto hacía Zulia y hacia mí, en el que me di cuenta que yo estaba más apegada a sentir su calor en mi cuerpo, de lo que ella a mí, creo.

Foto: Ana Carral

Pasaron los 9 meses y cuando por fin llegó a mis brazos mi segunda hija, de nuevo desde el techo de su hogar, y en cuanto la tomé en mis brazos volvió ese miedo horrible por experimentar aquel dolor que sentí la primera vez, pero adivinen que… ¡Ya no estaba! La niña se prendió a mi pecho en cuanto salió de mi cuerpo y yo sin sentir dolor alguno, estaba en la posición correcta y sin duda, era ya una mujer con experiencia y más segura de sí misma.

Así ha pasado 1 año y 7 meses pegada a mi hija más pequeña, con altibajos, obstáculos, y retos. Como madre trabajadora con dos hijas muy pequeñas me he enfrentado a días donde no duermo más que 3 horas. Los primero meses mientras yo regresaba a mi trabajo, fue muy complicado hacer mi banco de leche, porque jamás pensé que podría lograr una cantidad considerable para que mi hija comiera mientras yo no estaba (otra vez mi inseguridad impuesta por aquel relato de la infancia),  pero de nueva cuenta lo logré y a pesar que ha sido mucho esfuerzo, una perla de leche que casi me causa mastitis y aguantar horas de dolor en mis pechos llenos en días que he tenido que viajar, entre otras cosas más, sigo aquí de pie y orgullosa de ser una mamá empoderada que ha podido vencer con mitos, creencias, miedos e inseguridades.

A todas aquellas que planean ser madres, que están en el camino o que ya lo son, les doy un consejo desde mi corazón: infórmense, lean mucho, confíen en su cuerpo que es capaz de parir, capaz de amamantar y capaz de criar sin ningún manual. Sigan siempre su instinto materno, su corazón, y, sobre todo, acérquense con las expertas, quienes no esperan ninguna recompensa de esto, si no más que ofrecernos su amor, compañía y apoyo en esta etapa, así como darles las herramientas para que puedan sentirse lo suficientemente empoderadas.

Acabemos todas juntas con estos tabúes, con estas malas creencias y etiquetas, hoy por hoy la mujer se levanta con fuerza y lo más hermoso es sentir como nos apoyamos entre nosotras.

Le doy las gracias infinitas por todo a mis asesoras de lactancia, a mis parteras, al amor de mi vida, a mi madre y a mi hermana por nunca soltar mi mano en este proceso tan importante de mi vida.

Con mucho orgullo y amor Alejandra Vázquez Luévanos.

FOTOS DEL PARTO POR ANA CARRAL. (NACIMIENTO DE ALESSA)

FOTO LACTANDO ALESSA: POR ESTEFAN BALTEZAN

Clara Zapata

Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.

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