Por Clara Zapata Tarrés/ Liga de La Leche de México A.C.
El apego en la lactancia y en cualquier maternidad es todo un tema. Cuántas veces no hemos escuchado la siguiente frase: “No lo cargues porque se va a embracilar”; “Déjalo que llore para que desarrolle sus pulmones”; “Déjalo porque al fin y al cabo vas a entrar a trabajar o estudiar y no vale la pena que se acostumbre”. Podría seguirme de largo… Pero empecemos de adelante para atrás.
Existen algunas investigaciones de psicología sobre el apego en niñas y niños ya en edad preescolar que salían de su espacio cotidiano (Sroufe, A.; La Teoría del Apego. Una manera humanista de abordar la investigación y la práctica a través de las culturas en Gojman-de-Millán, Herreman, C., Sroufe, A. coords., La Teoría del apego. Investigación e intervención en distintos contextos socioculturales). Después de varias horas de observación participante, se encontró que algunos se mantenían en su lugar, concentrados en su tarea, pintando, jugando y muy seguros de sí mismos; otros, en cambio, se paraban y buscaban sentarse cerca o incluso en las rodillas de las personas adultas y muchos de ellos lloraban sin la posibilidad de calmarse a pesar de los esfuerzos. Por otro lado, la investigación con adolescentes permitió observar algo parecido. Se creaban amistades duraderas, de confianza en las que las relaciones con el mismo género o un género distinto al propio se daban de manera natural y existía una compresión madura de las vulnerabilidades propias y de la otredad, a diferencia de otros adolescentes que se encontraban frustrados ante diferentes circunstancias y actuaban de manera más ansiosa y desconfiada. Pero esto no paró aquí. En los adultos, esta investigación también notó bastantes constataciones respecto a que dentro de la diversidad de individuos, existían relaciones adaptables, resolución de conflictos y una repetición de los ciclos de conducta esperados (p. 42).
Lo interesante de todo esto, y volviendo un poco al principio, es que todos estos vínculos, relaciones y papeles sociales, tenían que ver con el apego que se tuvo en la primera infancia e incluso desde el nacimiento. Y es que el apego existe por sí mismo. No es que haya o no haya apego. Por ello, no debiéramos hablar de crianza con o sin apego. Lo que sí tenemos es un apego seguro o tal vez un apego desorganizado y dentro de esta distancia se acomodarían algunas variantes en las que nos podemos mover (apego ansioso, apego desorganizado, apego evitativo, etc.):
“Todos los infantes se apegan si una persona se hace cargo constantemente de ellos, ya sea que ese cuidado sea adecuado o insuficiente. No se apegan débil o fuertemente. Solamente se apegan. Algunos pueden ser ansiosos en su apego, otros pueden hacerlo confiadamente, pero todos están apegados, aun a cuidadores abusivos. Decir que un bebé esta “demasiado apegado” no es correcto, es un retroceso hacia la terminología de los rasgos de dependencia. Estar muy confiado en la capacidad de respuesta (o responsividad) de tu cuidador no es problema, más bien tal confianza es un signo de la buena calidad y efectividad de la relación. Los infantes descritos como “demasiado apegados” no están más apegados que aquellos que son seguros; su incesante solicitud de atención es simplemente un signo de que están apegados ansiosamente” (p. 24). “
Sroufe, A.; La Teoría del Apego. Una manera humanista de abordar la investigación y la práctica a través de las culturas en Gojman-de-Millán, Herreman, C., Sroufe, A. coords., La Teoría del apego. Investigación e intervención en distintos contextos socioculturales
El apego es por lo tanto relacional. Y verlo desde este punto de vista nos da un futuro alentador porque puede cambiar, transformarse, recrearse y crearse, siempre en movimiento. No es un concepto de cantidad en el que hay escalas o niveles y ahí paramos; más bien se trata de cualidades de las relaciones.
Cuando vemos por ejemplo a un bebé que está jugando y de pronto llora, nuestra respuesta automática es que es un niño inseguro, embracilado, chiflado (como les dicen por estos lados), consentido, y muchos adjetivos extras… Pero cuando vemos que este bebé va con su mamá, tal vez, reciba un abrazo, tal vez tome pecho, se tranquilice y después de un rato vuelva a jugar y a despegarse, siempre atento y cerca, ahí, retomando esta teoría de manera compleja, entenderemos que efectivamente existe un apego seguro. Interesante ¿no? Es ver básicamente, todo al revés.
Así que, date permiso de cargar a tu bebé, a tu bebé mayor, a tu hija o hijo, a tu infante, a tu niña o niño grande. Date permiso de parir en libertad y recibir a tu bebé desde sus primeros minutos de vida; date permiso de amamantar a libre demanda, sin horarios ni calendarios; date permiso de abrazar con seguridad, amar con rebozo o fular, calmar con amor. Date permiso de ser empático para fortalecer la seguridad, la autoestima y la autorregulación así como cultivar la paciencia.
El apego seguro temprano no solo es teoría, es esencial para el desarrollo saludable de todo ser humano.