Por Clara Zapata Tarrés
La madre más joven que conozco tuvo a su primer bebé a los 14 años. La madre más mayor que conozco tiene 46 años. Aquí dentro existe un abanico con muchas historias, cuentos, vivencias, experiencias de todas formas y colores. ¿Cuántas palabras han pasado por tu cabeza cuando leíste el número 14 y el número 46? ¿Cuál es la edad ideal para tener un embarazo? ¿Existe?
¿A los 35? Híjole… se te está yendo el tren, ya eres candidata a que te nombren “de alto riesgo” en cada clínica u hospital…
¿A los 20? No porque no has acabado la carrera.
¿A los 17? No porque no sabes nada, tienes que esperar a casarte. Aguántate…
¿A los 15? No porque eres muy joven, tus órganos sexuales ni siquiera están desarrollados? ¡Qué irresponsabilidad! Aunque toditos todos se encargan de decirte que YA eres una señoritaaaaa
¿A los 30? Ya no eres tan paciente como a los 25…
¿A los 40? ¿Qué? Acaso ¿quieres ser la abuelita de tu bebé?
Se murmuran y a veces se vociferan tantísimos juicios de valor respecto de la edad en las mujeres sobre todo… y en todos los aspectos… Pero aquí sólo hablaremos de la maternidad y la lactancia.
Yo por ejemplo, me acuerdo siempre que en mi casa de adolescente, me decían que tenía que estudiar todos los grados de la primaria, la secundaria, la preparatoria, la licenciatura y quizás hasta la maestría y el doctorado y ya después, tal vez pensar en tener un hijo. Mi educación sexual fue muy libre. Yo podía ir a fiestas, besar a quien yo quisiera, bailar todos los ritmos, aprender a tocarme sin voces “reprimentes”, nunca me dijeron que tenía que llegar virgen al matrimonio y al contrario, yo ejercí mi sexualidad con bastante libertad. Mis novios venían a mi casa y podíamos estar encerrados en mi cuarto y nadie se enteraría de lo que sí o no estuviéramos haciendo…
Nunca me dijeron que sólo podría verlos y platicar en la cochera o la puerta de la casa o pasearme con un chaperón, como así les dicen a los pobres hermanos que tienen que presenciar toda clase de vericuetos para por lo menos, dar un beso. Y… todo lo que podría pasar en esa puerta de esa casa va más allá de cualquier cosa… ¡La imaginación que son capaces de crear los enamorados es infinita!…
Realmente yo no sé si fue buena o mala mi educación sexual. Lo que sí sé, es que a lo largo de mi historia de vida me he topado con cientos de historias distintas a la mía y no podría contarlas con los dedos de mis manos… Hay muchas historias y muchas maneras de contarlas. Una historia que recuerdo y que me impresionó fue esa vez que conocí a una mamá de 14 años. Ella tenía SU historia igual que yo. Después de escucharla, ese mero día, dejé de juzgar a cualquiera. Otra historia que recuerdo es la de mi compañera Líder y otra de mi prima que por azares del destino o por decisión propia, tuvieron a sus hijos después de los cuarenta. Tampoco me atreví ni me atrevo a juzgar.
Sin embargo, lo que sí quizás juzgo y me molesta terriblemente (para bien o para mal míos) es la manera en que muchas personas ponen en una escala esas maternidades, desde las mismas personas que nos criaron hasta el personal de salud que nos atiende o simplemente cualquier desconocido por la calle. Esa maternidad pudo resultar de un accidente, de una violación, de una decisión, de un deseo profundo. Por ello es importante escuchar y comprender despacio las decisiones que podemos tomar las mujeres. Y sobre todo, respetarlas, con acompañamiento.
La lactancia aquí, viene a ser un bálsamo para la vida. ¿Por qué? Nos permite, recuperar ese juicio, nos permite aferrarnos al amor que brillará en los ojos de nuestros cachorros. Una madre de 14 puede amamantar y conocer otra parte de su sexualidad y del poder que tiene en su interior para recobrar la dignidad que algunos intentaron quitarle con sus malas expresiones, sus frases sabiondas y sus juicios sin sentido. Una madre de 40 años o más recobra la valentía que otros también le quitaron al llamarla arriesgada y vieja. La lactancia nos protege, nos levanta, nos hace orgullosas y fuertes. Nos permite redefinirnos y caminar pacientes y con la cabeza levantada.
Respetemos todas las maternidades. Cada persona toma decisiones en libertad y bajo circunstancias que a veces no conocemos ni conoceremos. Seamos empáticos para que estás personas se sientan acompañadas y protegidas por todos los que tienen a su alrededor. No estamos solas.