MATRIMONIO: UN CAMINO TRANSITABLE

Por Miriam Valdez

Hoy me tocó compartir flores y cena romántica de decimotercero aniversario con mi pequeña de tres años, ella estaba más emocionada que yo. Trajo al elefante de peluche (que es casi de su mismo tamaño) y lo sentó a la mesa: -él es mi esposo, nos queremos y nos podemos dar besos en la boca, tengo un bebé en mi panza que pronto va a nacer y tomará leche de mis bubis-, dijo.

¡Me llenó de emoción su gesto! No sé si es porque es mujer, pero de mis otros dos hijos, ella es, al parecer, la que más ha mostrado afición por el romanticismo, con la familia y con la paternidad. Intento educarlos con igualdad, no tengo problemas con los juegos de género, ni mucho menos intento machacarles que tener una pareja y familia es lo que debe ser, al contrario, trato de ser muy cuidadosa con ese tema para no generar justamente ideologías y expectativas. Sin embargo, algo dentro de mí se siente satisfacción al saber que ellos, mis hijos, puedan ver el matrimonio como un camino, como el camino.

Dentro de las felicitaciones que recibimos hoy por nuestro aniversario, existen dos “tipos” que me llaman la atención: uno, “gracias por demostrarnos que sí es posible tener un buen matrimonio”, y dos, “pues es que ustedes la han tenido fácil…”

Vámonos por partes. No ha sido mi intención nunca demostrar a nadie nada, sin embargo, es muy reconfortante saber que puedes ser inspiración para nuevas generaciones y para las actuales, que aun creen en el amor y en el matrimonio como un estilo de vida. Sí se puede, claro que se puede. Dos, no lo hemos tenido fácil, ¡para nada! Nos hemos herido, nos hemos fallado, ha habido vacas gordas y flacas, hemos iniciado caminos que no se cristalizaron y dimos en el blanco en otros, hemos formado a una familia con tres hijos, que te absorben y desvían del camino en pareja muchas veces. Hemos tenido las agallas de seguir viviendo de negocio propio, de sucumbir ante nuevos retos, como el servicio público, y de sujetarnos a un solo sueldo persiguiendo una finalidad en conjunto. Volteo hacia atrás y veo ése camino recorrido… ¡vaya que ha pasado el tiempo! Primero, estaba esa creencia de tanta gente alrededor: “¿Te vas a casar con alguien más chico que tú, que es maestro de un gimnasio, que es un “luchador”? ¿Te vas a casar con una mujer mayor que tú, independiente económicamente, que vive sola y no necesita un hombre a su lado?” Mucha gente no apostaba por esta historia. Y me atrevo a confesar que yo no me enamoré a primera vista, pero sí admiré profundamente al hombre que es hoy mi compañero…desde el primer día. Admiré su bondad, su entrega, su pasión. Tenía mucho tiempo de no toparme con un hombre sano en toda la extensión de la palabra; admiré su determinación, me deslumbró lo que le apasionaba, lo capaz que fue de lograr con tal de descubrir su camino: recorrer en el extranjero tres años por su cuenta un camino en el que se enseñó a trabajar, en el que cultivó ésa pasión por las artes marciales, en el que nunca desistió por más obstáculos que se le pudieron presentar. Recuerdo pensar “es muy bueno para ser verdad”. Recuerdo estar sentados platicando de nuestros sueños, y él me dijo “mi sueño es tener una academia en donde enseñe artes marciales, pero debo trabajar primero para poner en práctica mi carrera.” Yo insistí y lo persuadí de iniciar lo suyo, ese sueño que no sabía se convertiría un tanto mío también. Y así se fueron dando las cosas, éramos amigos, me sentía completamente a gusto a su lado, como si fuera familia. Teníamos los mismos gustos, aficiones diferentes, pero al final, similitud en la manera de ver y llevar la vida. Nos gustaba la música, ayudar a los demás, el buen vino, la naturaleza, la tranquilidad, lo familiar, lo simple. Y así, poco a poco, nos fuimos encontrando. En ese entonces, ambos ya sabíamos qué tan fuerte eran nuestras piernas, no dependíamos económicamente de nadie. “Yo no sé tener novio”- le dije. “No te preocupes, no vas a sentir que tienes uno”. Y así fue, y así es hasta el día de hoy. Respetando nuestras individualidades, nuestras formas de ser, nuestros gustos, aficiones, trabajo, formas de reaccionar; sin querer imponer nada, ni de aquí para allá, ni de allá para acá, solamente dejando fluir y ser, haciendo equipo.

No me gusta pensar en el futuro, cuidado con el manejo de expectativas, decía un buen amigo. Y no me gusta pensar en eso, porque duele cuando no se da, cuando no llega, cuando se derrumba. Desde el día uno, me hice una promesa “sólo por hoy y hasta donde llegue”. Y así han pasado trece años, 13 años donde he sido yo en todas mis facetas, en donde siempre he sentido que pertenezco, en donde la paternidad se ha dado natural porque comulgamos en las formas y en el fondo, en donde no hay negociaciones por nada, ni señalamientos, todo ha fluido. Y ésa es mi promesa: el día que ya no quieras verme más, el día que mi presencia ya no te provoque paz y refugio, o viceversa, ése día deberemos marchar. Podré perdonarnos mil y un situaciones, pero cuando ya no sienta que éste es mi lugar, tendré por seguro que me iré. Porque todos merecemos una vida en armonía, en amor, en equipo, en camaradería, en libertad al cien por ciento estando al lado de alguien, respeto a nuestras decisiones, pensamientos y acciones; porque todos merecemos el amor en pareja como una vía para lograr la plenitud, porque el matrimonio no debe ser ese “aguantar” ni ese sacrificio por hijos ni por el hecho de vivir en pareja en sí…porque el matrimonio, queridas nuevas generaciones, sí es un camino recomendable y transitable, al menos “sólo por hoy”.

Miriam Valdez

Soy mujer, madre de tres, esposa de uno. Licenciada en diseño gráfico, máster en administración, comunicóloga de clóset. Amante de la lectura, de la cocina y de la naturaleza. Escribo desde muy pequeña como una forma de reflexión y expresión sin grandes pretensiones. He llevado mi vida por muy diversos caminos y fases. Inicié una vida profesional en el sector privado alcanzando puestos importantes y decidí dejarlo para vivir mi maternidad más de cerca. A partir de ese momento he emprendido negocios, me involucro en proyectos que me representen reto, ingreso y diversión. Mi búsqueda constante: el balance. Mi mayor satisfacción: ser madre.

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