Por Susana López Siller
Siempre he considerado que mis padres me educaron feminista, sin siquiera saberlo. Crecí sabiéndome tan importante como cualquier niño de mi edad. Y es así, que pasé mi niñez creyendo que el mundo era así, equitativo. La palabra feminista nunca había cruzado por mi mente, sin embargo, poco a poco comencé a notar que a mujeres que me rodeaban se les prohibía tal o cual cosa por “ser mujer”. Necesité mucho tiempo para darme cuenta que estas injusticias no eran casos aislados, sino que eran un sistema de creencias arraigadas en una cultura machista que vivimos.
Es entonces cuando decidí definirme como feminista. Decidí que las acciones que tomaría de ese momento en adelante, serían siempre buscando condiciones de igualdad. La decisión de hacerlo no fue difícil, bueno creo que lo único que necesitaba era expresarlo, ya que mis padres me regalaron una mentalidad de equidad de género que me ha acompañado toda la vida.
A partir de ese momento comencé a notar gestos de desagrado y disgusto con la palabra. No han sido pocos los que me llaman “feminazi”. Y creo importante analizar por qué el feminismo, causa tanto pavor y rechazo ¿Qué nos causa tanto miedo?
Para comenzar quisiera definir, brevemente, lo qué es el feminismo y su definición más básica y sencilla según la RAE es “Un principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”. Punto. El feminismo no ostenta la superioridad de la mujer en ningún ámbito. Tampoco condiciones privilegiadas, sino circunstancias igualitarias.
Ser feminista es buscar que tu género no dicte tu destino. Es saber que, aun siendo mujer, mereces condiciones de vida tan dignas y respetables como las de cualquier hombre. Ser feminista es reconocer, que existe aún un gran camino por recorrer para que todas podamos desarrollarnos de manera libre, siendo responsables de nuestras decisiones y nuestros cuerpos.
El feminismo no busca aplastar gente sino estereotipos. Busca acercar, conciliar, sanar, y nunca dividir. Y me encantaría que en este país fuéramos la mayoría y no sólo unos cuantos, quienes hiciéramos un cambio de perspectiva y aceptáramos que todos y cada uno de nosotros sin importar nuestro género, condición social, orientación sexual o ideología política tengamos acceso a una vida digna y feliz.
El feminismo se trata de LIBERTAD, en toda la extensión de la palabra. Ser feminista no impide a las mujeres elegir ser amas de casa, casarse, o decidir o no tener hijos. Una mujer feminista es aquella que se sabe valiosa y reconoce la valía de aquellos que la rodean, no por ser hombre o mujer, sino por la mera condición de ser humanos.
En un país en el que existen 9 feminicidios diarios, en el que se vive una cultura de violación y acoso en cada uno de los ámbitos públicos del país, en donde la brecha salarial tardaría 200 años en sanarse y en dónde 66 de cada 100 mujeres reportan violencia de género, es CRUCIAL que se le pierda el miedo al feminismo, que mujeres y hombres se sepan igualmente libres, capaces, importantes, valuados. Espero que sea más pronto que tarde, que en este país se reconozcan los derechos de todos y todas por igual, y dónde el enemigo público común sean la ignorancia y la desigualdad, y no una simple palabra.
Espero que llegue algún día en el que todo el que me rodea, pueda repetir estas palabras con tanta libertad y sin avergonzarse como lo hago yo hoy: Soy feminista, soy feminista, soy feminista.