Por Clara F. Zapata Tarrés
Amamantar es un regalo de salud y amor para nuestros bebés. De esto, no hay duda.
Pero amamantar es un regalo, el regalo más cercano a la maravilla y la esperanza, para nosotras, las que amamantamos. Es algo efímero, que no se volverá a repetir; sólo si es que volvemos a amamantar, claro…
Poder estar el día pegados, literalmente, no vuelve a pasar después de 10 años… Es como un sueño, como una pintura surrealista, como cuando ves algo por primera vez y te apantalla, te deslumbra y te hace volar…
Puede convertirse en nostalgia o melancolía…
Pero cuando pasa el tiempo, dos años, tres, cuatro,…, diez y casi once… y cada día procuras mantener ese amor, abrazando durante aunque sean cinco minutos seguidos, tocando su pelo, acariciando su espalda, olfateando sus recovecos y sus axilas ya olorosas (jeje)… acariciando los dedos de sus manos y de sus pies que ya casi son más grandes que los tuyos… apapachando en el abrazo nocturno y con unas piernas encima de tu cara y con una mano que te busca en la penumbra para saber que sigues ahí, presente…
Ahí. Ahí. Sabes que nada ha cambiado, que valieron esos dos, tres cuatro o más años amamantando y quizás llenos de preguntas, de cansancios y de algunas respuestas sobre cómo fue y cómo el futuro resultaría… Reconoces cada parte de tu bebé que ya se convierte un poco en adolescente y un poco en niña; cada lunar memorizado y cada nueva peca que aparece… Cuando tú, respetando cada paso, cada etapa, no exiges el cariño; lo recibes con transparencia, con sinceridad y lo das recíproco, pausado y pleno… Ahí, sabes que la lactancia funciona, es placentera, da recompensas, a veces es egoísta y muchas más orgullosa. Sabes que respetaste cada necesidad, cada abrazo pedido, cada lágrima que se secó rápidamente a la luz de una gota de leche de tu pecho. Ese pecho que es tan tuyo, tan simbólico y que es la metáfora del amor incondicional y sensato. Ese pecho que sana pero que también cicatriza cualquier tristeza que tú hayas vivido… Es la recompensa y lo que jamás se olvidará dentro del alma y del cuerpo que tiene la memoria intacta.
No te pierdas esta gran experiencia de vida porque verás el fruto de tu amor cada día, cada minuto y cada segundo. Amamanta con placer, con apoyo, con acompañamiento, con tu cachorro mamífero… Conviértete en una guerrera, la guerrera de tu hija o de tu hijo… Todo, todo. Todo. Valdrá la pena.