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EL PATITO FEO

Por Cristina Aguirre

Cuenta la historia que dentro de una familia de patos, creció un patito “feo” (y lo pongo entre comillas porque simplemente era diferente). Este patito sufría por las burlas de los demás, hasta el punto que realmente creyó… “soy feo”.

Pero este patito en particular, creció y descubrió que en realidad era un hermoso cisne.

Hoy quisiera hacer hincapié en lo importantes que son las palabras que usamos con los niños, que cualquier comentario puede ayudarlos o marcarles su vida o hacerles sentir “el patito feo”.

Hace tiempo platicaba con una buena amiga ella comentaba que jamás se sintió bien parecida (y si lo es y bastante). La razón de esto viene desde la infancia: Cada vez que salían a algún lugar, resaltaban las cualidades de belleza de su cuata y a ella no.

Así que esto de alguna manera la marcó como “yo no soy lo suficientemente hermosa”.

Y bueno a mi en lo personal me ha pasado, con uno de mis hijos, a uno de ellos le encanta el fútbol y el otro aun está descubriendo si realmente le gusta o no. Resulta que de alguna manera por la diferencia de edades, no lograba hacer lo mismo que el hermano así que en su cabecita bella creció sintiendo “yo no soy lo suficientemente bueno”.

Un día estábamos en un restaurante comiendo y una persona querida para la familia (y para mi también) felicitaba al grande por su desempeño en uno de los partidos. Y esta persona no tenía conocimiento de que habían jugado en el mismo equipo.

Inmediatamente vi como el menor encogía sus hombros… así que instintivamente hice este comentario:

 “Sabía usted que a él también lo nombraron titular central y como es zurdo está jugando magníficamente.”

La cara de mi niño cambió, sonrió y hasta se sonrojó.

La persona que hizo el comentario agarró el hilo inmediatamente y lo felicitó por su nombramiento. ¡Y lo hizo grande! ¿Qué diferencia no? Quedé sumamente agradecida.

Cuando veamos hermanos juntos, amiguitos de la edad, si vamos a resaltar las cualidades de uno, seamos parejos. Resaltemos sus cualidades y omitamos comentarios como “a ti no se te da esto… o lo otro” que ese también es el otro lado de la moneda: cómo nos expresamos.

Son chicos para que estemos ya definiendo el rumbo de sus vidas y sueños. Y es cuestión de etiquetas, frases o palabras lo que puede llegar a desanimarlos.

Aprendí que la lengua tiene poder, las palabras tienen poder… para dar vida o para destruir… y es por eso que comienzo con este cambio de “lenguaje”. Y de nuevo a mis 35 años estoy comenzando a aprender a hablar.

“Eres valiente”, “eres esforzado”, “eres amoroso”, “logras lo que te propones”, “puedes volver a intentarlo”.

En otra ocasión encontré con que otro de mis hijos (porque tengo varios) el cual amaba bailar, comenzó a moverse al ritmo de la música y de pronto paro y dijo “no se me da la bailada”. Imagínense mi expresión.

“¿Quién te dijo esa mentira?” Y bueno… él lo escucho de un adulto. Así que mi hijo de 4 años ya estaba predispuesto a que no bailaba bien.

¿Qué hice? Bueno la verdad es que si bailaba como zancudo….; pero mi guerra en eso momento estaba completamente identificada: reforzar con palabras positivas su batalla mental.

“Sé que si sigues ensayando lo harás excelente”, “a mi me encanta verte bailar”.

Y aquí me gustaría resaltar que no necesariamente tenemos que darles por su lado, siempre habrá alguien mejor que ellos, pero si le gusta: DEFINITIVAMENTE TIENE QUE INTENTARLO y no seré yo la que opaque su “sueño”.

En fin… muy parecido a la primera experiencia de mi amiga, también me tocó ser testigo de cómo una señora se acercó a “chulear” a un grupo de niñas, saltándose a una.

Mis ojos no podían dar crédito a semejante barbaridad… Y vi su carita de .. ¿y yo no? Obviamente y gracias a Dios que no se me durmió la leona interior… “mi amor te ves preciosa, eres una niña maravillosa”. Casi que con ganas de decirle: (ok mejor no digo lo que sabiamente en su momento omití.)

No hay niña que no es hermosa. No hay niño que no es bueno. Y todos merecen nuestro halago parejo y sobre todo nuestro respeto.

Pido disculpa a mis propios hijos, que en momentos de “ahogada desesperación” llegué a decirles “siempre te…”, “tú nunca”, “eres un..”, si, si me equivoco pero aprendo y redirecciono mi nueva formar de hablar.

Porque si no es para bendecir y animar a nuestros pequeños, definitivamente es mejor callarse la boca.

El lenguaje de la familia, el lenguaje hacia los niños es y tiene que ser el lenguaje del amor.

Porque no hay patito feo, pero si hermosos cisnes en proceso de evolución.

Cristina Aguirre: Soy licenciada en derecho, esposa y madre de tres hijos. Actualmente estoy laborando en una empresa familiar restaurantera, junto a mi esposo. Comencé a escribir como DESAHOGO en mis muy, muuuuy reducidos tiempos libres; escondida en la lavandería, mientras los niños dormían. Gracias por la oportunidad, en especial a todas aquellas mamás que me impulsaron a hacer esto.
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