Por Liliana Contreras Reyes
¡Híjole! Estoy más que emocionada. Esta reseña no es de un libro, sino de una película que quiero recomendar a todas las mujeres. Sobre todo a las mexicanas.
Hace unos días me incorporé al Círculo de Lectura “Rosario Castellanos”, organizado por una amiga. De entre las primeras tareas, además de leer a Sylvia Plath y su poesía depresiva, se sugirió ver la película “Los adioses”, basada en la vida de la escritora chiapaneca, Rosario Castellanos.
Desde que hice mi tesis de licenciatura, me adentré mucho en la lectura de esta autora, porque mi tema era la participación de la mujer en la Literatura Mexicana del siglo XX. Me enamoré de sus libros Poesía no eres tú (aunque tengo preferencia sobre la narrativa) y Mujer que sabe latín. ¿La razón? Me topé una forma tan clara de ser mujer, de romper estereotipos (mucho más complejos en su época), de ser una misma, esforzándose y luchando como lo haría cualquier ser humano -hombre o mujer-.
Parafraseo un discurso que aparece en la película: la batalla del ser humano (no de la mujer), requiere lucidez, inteligencia, temple moral. Pero además, astucia y constancia, solo para alcanzar a ser ciudadanos conscientes, para quienes la libertad es la única atmósfera respirable; para alcanzar la justicia, el suelo en el que se arraigan; y, el amor, el vínculo indestructible que los une.
Rosario Castellanos, reflexionó constantemente sobre la participación de la mujer en la Literatura, sobre la maternidad y sobre los obstáculos a los que se enfrentaba (o enfrenta) la mujer en la sociedad.
Aunque la he leído varias veces, ver la película me ha permitido caer en cuenta de las luchas que hay detrás de sus textos. Sé que las películas siempre se quedan cortas, más ésta que dura apenas 90 minutos, pero me deja clara la necesidad que tenía la protagonista de escribir, a costa de cualquier cosa. Lo dijo Gabriel García Márquez: “Si puedes vivir sin escribir, no escribas”. En algún momento de la trama, Rosario le dice a su esposo, quien había decidido que ella dejara de trabajar cuando nació su único hijo:
No voy a dejar de ser mamá. No voy a dejar de ser maestra (de trabajar). No voy a dejar de escribir (RC).
Punto.
Al final, me queda una pregunta: ¿qué sería de nosotras si Rosario Castellanos hubiera renunciado a su vocación? ¿Qué cosas nos estamos perdiendo por la gran cantidad de mujeres que renuncian a ella por las expectativas sociales o los estereotipos?