Por Lorena Salas
Hace poco asistí a un curso intensivo con grandes maestros del tango, al verlos bailar entendí la mecánica y el secreto que conlleva esta danza, y fue precisamente en la sincronicidad de cada uno de sus movimientos y la importancia que tiene cada contrapeso que uno genera en el otro, que logré ver la esencia de todo: creer, confiar, soltar.
Cada mínima información está ahí fusionada en el contacto con la energía del compañero y es aquí donde la intuición juega un papel vital, sentir lo que viene, dejarse llevar sin miedo a tropezar, siguiendo un compás al ritmo de la música, de pronto, una colgada inesperada nos indica que hay que soltar todos nuestros miedos y al dejarlos ir, sentir que podemos volar, fluir y convertirnos en todo un mundo de posibilidades.
La vida es así, al igual que la danza, debemos usar nuestros miedos como ancla para despegar, tener siempre encendida nuestra intuición creyendo primero en nosotros mismos para poder creer en alguien más y entonces sí, soltarlo todo sin armaduras, los límites sólo están en nuestra cabeza, pero cuando descubres al fin de lo que eres capaz, ocurre lo inimaginable.
Dicen por ahí que lo que crees lo que creas, basta sólo que se encienda esa luz que te indique que todo lo que quieras lograr sea posible. Creer en ti mismo y decírtelo frente al espejo es un gran ejercicio que puedes practicar diario, es quizás la afirmación más poderosa que podemos llevar de la mente al cuerpo y de ahí a la acción para conseguir cualquier cosa que te propongas.
¿Cuántas veces te has dicho a ti mismo que no eres lo suficientemente bueno para determinada cosa? Si quitáramos esta creencia que sólo se traduce a limitar todo nuestro potencial, el panorama sería completamente distinto, andaríamos por la vida fluyendo libremente sin necesidad de requerir la aprobación de nadie, pero es gracias a los retos que se nos van presentando que podemos ponernos a prueba para cambiar esa mentalidad, ¿qué retos has tomado últimamente que te han permitido comprobar de lo que realmente estás hecho? Si ves más allá de lo difíciles que han sido, podrás darte cuenta que seguiste avanzando a pesar de todo, tal vez uno que otro estancamiento o tropiezo te quebraron, pero tu nivel de supervivencia te orilló a seguir, ¿cierto? Esto para mí es el mayor logro personal que alguien pueda tener, sean cual sean sus pruebas o batallas que viva. Mirar al frente sin miedo a tropezar se traduce en el acto de fe vital para confiar y soltar, ver hacia adelante y seguir así, dejándote llevar por el vaivén de la vida como en el baile, al final de cuentas siempre está ahí ese latido que te guía, basta escucharlo y conectarte con él, es tu propia música, siéntela, es tu corazón sonando en un ritmo y tiempo perfectos que te recuerdan que estás vivo y que debes para un segundo para respirar, agradecer y soltar y entonces así seguir avanzando, siempre con pasos firmes hacia donde te dicte tu propio instinto.