Por Susana López Siller
“Esas no son maneras”, “Y así quieren que las respeten”, “Vándalas, revoltosas”. Tal pareciera que la forma de manifestación que han adquirido los diferentes colectivos feministas ha tomado visibilidad. El pasado 25 de Noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, las feministas volvieron a tomar las calles, y con ellas, la indignación, la rabia y el hartazgo de millones se hicieron escuchar. Si, después de haberlo pedido de todas las formas posibles, después de ser clasificados como uno de los países más peligrosos para ser mujer, después de tener que afrontar 10 feminicidios diarios y de que la violencia que ejercen las parejas sentimentales contra las mujeres en el país es calificada de severa y muy severa; tal pareciera que lo único que era necesario era ser indeseables: rayar unos cuantos monumentos, romper algunos vidrios y listo, el país enmudeció y sus ojos estaban en nosotras.
Pero, ¿qué acaso no era lo que querían? ¿revolución? Tal parece que estamos a favor del cambio, pero aquel que no suceda frente a mis ojos, el que no me moleste, no me incomode o no me señale. He escrito en columnas anteriores datos sobre la violencia de género en México: feminicidios, brecha salarial, derechos reproductivos, etc. Pero hoy no quiero justificarme, no quiero hacerle entender a quién no quiere escuchar por qué NO estamos dispuestas a que las cosas sigan igual.
Hoy quisiera más bien escribir a las que marchan, a las que salen a las calles, encapuchadas o con el pecho descubierto. Más que mi admiración, les pido una disculpa, desde mi tibiez, o quizás, mi cobardía. Por qué tal vez elegí el camino seguro, el de protestar detrás de una pantalla en la comodidad de mi casa, y no codo con codo, con ustedes, gritando, exigiendo, añorando. Por qué el grito es válido y la rabia necesaria para que las cosas comiencen a cambiar, como lo merecemos, como lo soñaron nuestras abuelas y las madres de nuestras abuelas. Y estoy segura que a pesar de que la lucha es de todas y no de unas cuantas, son ustedes las que llevan la batuta.
Caminen lejos, griten alto, quemen todo, si es necesario. Hasta que no haya más Abriles, Lesvys o Maras. Hasta que el último feminicidio haya sido eso, hasta que comiencen a faltar sólo 8 y después sólo 6, y quizás algún día no falte ninguna. Estoy con ustedes, con muchas dudas y aún algo de miedo, pero estoy con ustedes esperando algún día ser tan valiente para acompañarlas.
“¿Cómo chingados no voy a estar enojada? Lo quiero quemar todo, me mataron a mi hija.”
Frase tomada de un video de una manifestante en la marcha del 25 noviembre en Ciudad de México.