Por Dona Wiseman
En la película El Irlandés los jefes del crimen organizado utilizan una frase que es comprendida en todos los niveles de sus organizaciones. Llega Frank Sheeran con Jimmy Hoffa y le avisa, “Dice el jefe que es lo que es.” En el caso, el momento histórico y el ambiente específico, esta frase significa que lo van a eliminar. Se entiende. No es amenaza, es declaración. Se usaba como una expresión tajante de una realidad que no tenía marcha atrás. Tal vez aún se usa. Tenemos muchas expresiones que hemos oído a alguien (una persona influyente, un artista) o que han pasado de generación en generación y que consideramos verdades, algo que por haberse dicho es así, llegando a formar parte de nuestra cultura interna y externa. Aunque sí me pondría a temblar ante Frank Sheeran si me llegara a decir, “Es lo que es”, ante otras frases echo a andar mi contradictoreidad y mi pasión por el deporte de discutir. Si tú dices “A”, es muy probable que mi mente se lanzará en automático en busca de razones por las cuales “A” no es correcto. También me pongo a hurgar dentro y fuera con el deseo de encontrar algo que a mí me convence más. Normalmente encuentro preguntas o declaraciones de protesta. Más bien al revés. Primero protesto. Mi proceso interno es cuestionar y externar mis dudas en forma de preguntas. Generalmente hago preguntas a alguien que sé que tiene más experiencia en el tema que yo, alguien cuya opinión me provoca respeto y admiración. A veces solamente protesto. Mis protestas llevan el sello de, “Ah chinga, chinga, chinga, ¿cómo? Pues fíjate que no, por esto y esto y esto…” Unos ejemplos:
Leo: “Mis lonjas no son de grasa. Son de la belleza que me sobra.”
Respondo: ¿Y si mejor trabajo en acomodarme conmigo misma? Lonjas son lonjas. Declararlas feas o bellas parece innecesario. ¿Cómo estoy conmigo (en lo físico, lo emocional, lo intelectual, etc.)?
Leo: “Hablar es una necesidad. Escuchar es un arte.”
Respondo: Hablar también es arte. Estadistas, poetas, conferencistas, maestros, dramaturgos…¡caray!
Leo: “Una mujer puede ser tan niña como la consientas, tan mujer como la trates, tan inteligente como la retes y tan sensual como la provoques.”
Respondo (¡a gritos!): Es verdad que los seres humanos somos en relación. Con quien me relaciono y cómo me relaciono forma mi estructura caracterológica. Sin embargo, me niego a ser solamente producto de lo que un hombre haga de mí. Ya soy niña (o no), mujer (a mi manera), inteligente (no requiero retos), y sensual (cuando la ocasión me provoca). No necesito esperar a que alguien más ponga las condiciones para que yo sea. ¿Qué tal si soy y eso provoca que se acerque alguien que realmente resuena conmigo?
Leo: “Nunca te rindas.”
Respondo: A la vida no, pero la verdad es que hay situaciones y personas que me ganarán. Es sano admitirlo y poner mis esfuerzos en otro lado. Vi hace un par de días una “comparación” de lo que alguien considera la lógica japonesa y la lógica latina (las generalizaciones y el mal uso del término latina es otro tema). Dicen que dice que la lógica japonesa es: Si alguien puede hacerlo, significa que yo también puedo hacerlo. Si nadie puede hacerlo, significa que debo ser el primero en hacerlo. Y que la lógica latina dice: Si alguien puede hacerlo, que lo haga él. Si nadie puede hacerlo, ¿por qué tengo que hacerlo yo? Desde el fondo de mi corazón espero que no estemos intentando “educar” a nuestros hijos así. Si alguien puede hacer algo, y yo no, igual me quito y observo. Quizás hasta aprendo. Le toca al que sabe, cuando menos de momento. Si nadie puede…bueno, hay cosas que por ahora no se pueden. Mejor me relajo y uso la creatividad para buscar alternativas, si es necesario. Aunque sea un partido de tenis, llega un momento en que uno gana. Y ya.
En días pasados se ha desatado una discusión muy conocida. ¿Deben las mujeres vandalizar monumentos en protesta por la desigualdad sufrida por siglos? ¿Deben las mujeres dejar de victimizarse? ¿Debemos entender que, mientras Medusa fue víctima de abuso sexual, también era cabroncita, eh? ¿Debemos entender que Buda recomienda el desapego para resolver los problemas de sufrimiento, entonces las que protestamos estamos viviendo en el apego, ergo somos menos desarrollados? ¿Debemos exonerar al hombre que dice, “Yo nunca he maltratado a una mujer”? “Yo no exijo horarios en mi casa, aunque como hombre sí tendría el poder de hacerlo.” ¿Debemos aceptar así que se separe y trate las protestas como un berrinche que al rato se quitará? O el reclamo de, ¿Yo qué culpa tengo? ¿Debemos contemplar que es verdad que esa no es la manera puesto que vivimos en un mundo de maneras tan apropiadas (sarcasmo intencional)? ¿Debo seguir aceptando que lo que dice mi abuela, mi mamá, el ícono del cine de oro mexicano, el empresario exitoso, el filósofo, Buda, el Cristo, la biblia, el reportero de moda, o el maestro/gurú rija mi existencia? ¿En qué momento pasaré a digerir, comenzando por saborear y masticar, todo lo que escucho y veo para entrar en el proceso de formar un criterio propio? Ah, aclaro, si deseo vivir así y si deseo que mis hijos vivan así, me voy preparando para ser cuestionada desde ahora. ¿Qué tal que hasta los hijos se conviertan en recursos para ampliar mi propio criterio? No sé Uds. pero yo estoy harta de no decir lo que pienso porque alguien estará en desacuerdo. Abran el vino y ¡discutamos! Ah, y otro punto, si me parecen ofensivos tus publicaciones o comentarios, ¡lo voy a decir! Algo leí que sí me gustó, una frase atribuida a Aristóteles: Solo una mente educada puede entender un pensamiento diferente al suyo sin necesidad de aceptarlo. Recibir tu derecho de comentar y diferir no significa que cambio mi parecer.