Por Alejandra Peart Cuevas
¿Alguien más siente como yo que a estas alturas del año es necesario hacer un alto? Tal vez sea que estoy bastante segura que apenas ayer comí pavo y pierna y, de repente, ¡faltan solo unos días para Año Nuevo! Tal vez es porque vi el primer árbol de Navidad en las tiendas. . . por ahí del 12 ¡de septiembre! ¡Incluso antes de saber de qué iba a disfrazarse mi hijo en Halloween! Tal vez es porque estoy luchando para ya no sentirme abrumada por tantos “compromisos”. Tal vez es que todo lo que quiero hacer es sentarme a ver películas, pero siempre hay un pendiente o algo que hacer.
O tal vez es porque estoy tan ocupada y todo todo me dice que necesito estar ocupada que ni si quiera puedo ver o disfrutar lo que tengo enfrente.
Quiero decir que realmente necesito exhalar el estrés y dejar que la satisfacción y la sensación de disfrutar entren en mi.
¿Podemos hacerlo todas juntas? (Eso estaría increíble.)
Pero en serio. . . ¿podemos SÓLO sentarnos en el sofá sin que una notificación de Whatsapp aparezca en nuestra pantalla y en su lugar jalar a uno de los niños al sofá a nuestro lado y ver una película para toda la familia? ¿o quizá tener una cena rica y a solas con nuestra pareja?
¿Podemos llevar todas las listas de tareas pendientes y circulares de la escuela y facturas sin pagar al país de nunca jamás e invitar a los vecinos a comer pizza y tomar cerveza sin tener que disculparnos 15 veces por las migajas en el piso?
¿Podemos subir a los niños en cuanto se meta el sol al auto en pijama, poner el playlist de villancicos y conducir y disfrutar de las luces que decoran las casas todos juntos?
¿Podemos solo? . . . quizá ¿hacer un alto?
Y respirar. Y disfrutar. Y estar juntos. Y amarnos. Y dejar ir cualquier expectativa sobre los días de estas fechas.
Porque es justo ahí en donde está la felicidad.