CHRISTMAS-MANÍA

Por Miriam Valdez

La época navideña y el cierre de año siempre me han encantado. Son fechas que disfruto enormemente, desde que era niña, hasta ahora que soy mamá. La gente vibra más o menos en la misma sintonía y sucede que todo es como exaltado. Desde fiestas sin fin de todos los días, permisos que nos damos para comer toda la comida que muchas veces evitamos durante el año, las compras navideñas, los regalos al por mayor, consentirnos con uno que otro capricho, hasta llegar a un sentimiento como de tipo “cruda” – tanto moral, como física- por el cúmulo de excesos y estímulos que se derivan de tal época.

Observo a mi alrededor, es como un estado bipolar en general, pareciera que después de tanta euforia en un episodio maníaco, viene el bajón a una etapa de depresión. Los demonios se sueltan, esos que habitan en cada uno de nosotros, salen como de una olla de presión a la que le estuvieron echando tanto de todo. Sigo sin entender por qué hay gente que pareciera que si no arma pleito en éstas épocas, no cierra bien el año. Es éste éxtasis del que hablo, tanto sentimiento tan desbordante que todo emana a borbotones. Y si no es el pleito, se busca una reconciliación, como si sólo en Navidad fuera válida la absolución.

Además se puede llegar a interpretar como un “debemos arreglar todo en Navidad”, punto. Te llegas a sentir hasta obligado e incómodo si no aceptas un pleito o una reconciliación, como si fueras un hijo de tal por cual sin sentimientos que no das tu brazo a torcer en la “única época válida” para desmanes. Es desgastante. Ahí vas viendo pasar tus propias historias como en cámara lenta, dudas treparte al tren de la Christmas-manía, como si fueras a saltar de una cornisa, como si fuera cuestión de vida a muerte. Ahí vas escuchando – o viviendo-  historias de desamor navideño: que si un hermano enloqueció en plena cena navideña y echó a perder tan hermosa noche, que si otros se aplastaron en un sillón sin convivir, que si la cuñada le hizo caras, que si el hijo que vive lejos no le marcó durante la cena, que si el regalo era horrible carente de “tomarse la molestia de pensar verdaderamente en mi”, que si tú me hiciste tal cosa hace tiempo, que si yo sí cooperé e hice todo para la cena y a los demás les valió, que son unos conchudos…etc. Desde cosas tan triviales propias de la navidad, hasta historias muy lamentables de corazones y parejas rotas, familias peleadas a muerte, hasta amistades perdidas.

Y ahí vamos en éste estira y afloje de sentimientos extremos. Nos reunimos con amigos que hace mucho no vemos, cargamos la pila de tanta risa y buenos momentos, convivimos con la familia tiempo completo, armoniosa y amorosamente, y por el otro lado, están las historias de la Christmas-manía terribles.

Ese sentimiento está latente, dentro de ese corazón acongojado que por un lado estuvo extasiado y ahora está en proceso de adaptación nuevamente, de estabilización. Y así iniciaremos un año más, con la esperanza que todo irá mejor y también con remordimiento por los trenes a los que no nos subimos ni en la última llamada en Navidad. Una vez más, con la oportunidad enorme de volverlo a vivir. Vale la pena el ciclo bipolar, porque nos confirma lo sublime de nuestros sentimientos y nuestro actuar.

Miriam Valdez

Soy mujer, madre de tres, esposa de uno. Licenciada en diseño gráfico, máster en administración, comunicóloga de clóset. Amante de la lectura, de la cocina y de la naturaleza. Escribo desde muy pequeña como una forma de reflexión y expresión sin grandes pretensiones. He llevado mi vida por muy diversos caminos y fases. Inicié una vida profesional en el sector privado alcanzando puestos importantes y decidí dejarlo para vivir mi maternidad más de cerca. A partir de ese momento he emprendido negocios, me involucro en proyectos que me representen reto, ingreso y diversión. Mi búsqueda constante: el balance. Mi mayor satisfacción: ser madre.

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