Por Cristina Aguirre
La pregunta de siempre, de aquellos a quienes tres hijos se les hace demasiado:
-¿Para cuándo el cuarto?
-Por lo pronto hoy NO. Gracias.
-¿Cómo le haces con tres?
-Sobrevivo. Un día a la vez.
¡Y vaya que si estaba dentro de los planes!
Yo pensaba en esa familia gigantesca en la que nosotros mismos, sin necesidad de convocar a más personas, hiciéramos el fiestón bárbaro. Le decía a mi esposo: “¡Sí quiero cuatro! Y si me agarras valiente, ¡pues que sean cinco!”
Ja……..
En serio, yo imaginaba esas comidas de ensueño tipo “Toscana” mesas largas y mis hijos al rededor o como “El Padrino” pero versión mujer… y sin la voz rara. Imagínense este cuadro, alguno de mis hijos presentándome a su novia y yo así con mi actitud “padrinezca”, – “Siéntate en mi mesa…”; tal vez una pequeña miradita de Catalina Creel… y ya….
Pero tal vez y solo tal vez, me salté una pequeñita parte: no visualicé la cantidad de vueltas que iba a dar, la cantidad de visitas al pediatra que tendría, las horas esperando afuera de los entrenamientos de los niños, el corretear de ir a una piñata mientras los otros entrenan y regresa por ellos a hacer tareas mientras programo alarmas cada hora para no llegar tarde a ninguna actividad. Casi que en vez de esa mesa larga: mejor un camper muy parecido a mi automóvil en el cual ya cargo todo lo necesario para pasar toda mi eternidad en espera.
Por favor no me mal entiendan, por que NO me arrepiento, de hecho; lo volvería hacer con los ojos cerrados… pero de que no es Italia; pues no lo es. Y tampoco soy el Padrino (pero me encanta el rol).
Pero en efecto, se comenzó a materializar mi sueño, no precisamente en un paraje italiano, sino en el comedor de mi propia casa. Esas charlas alocadas con mi hijo de 7, 5 y la de 4 que nos saca cada carcajada.
Utópico, no. Real, maravilloso; sí.
Hace poco fuimos al cine (amo las películas de niños, de fantasía, etc., algún trauma de la infancia yo que sé) de verdad las disfruto. Y esto me ayuda a conectar con ellos. Y esas pequeñas salidas se convierten en un laaaargo relato, sobre todo cuando se trata de una familia de “varios”.
Cansado; sí… frustrante, a veces, divertido, pues… ¡también! ¿Pero qué es la vida sin todo este conjunto de emociones? Tengo que aceptar que mucha de la ayuda para salir victoriosa en esta etapa fue educarlos a que encajen con nosotros, y no nosotros a ellos.
Desde chicos los niños estaban acostumbrados, a estar sentados toda la película y aunque también los hacía ir al baño antes… bueno sabemos que la capacidad de retención de ellos, es menor.
-“Popo mamá…” (Esa no me la esperaba)
-“¡Mamá! Pero si es lo más bueno de la película, gruñía mi hijo el mayor.”
-“Pues si pero tienes 7 y tu hermano 5 así que o vamos todos o vamos todos.”
Y pues si hasta el baño vamos en tribu… (y en la casa también, ya mejor uno disfruta la compañía).
Y ahí vamos, de asiento en asiento disculpándonos en la fila (hasta que opté por tomar la prudente decisión de sentarnos en una esquina). Sin mencionar el ritual sanizante y de contorcionismo que tiene que hacer una madre en un baño público.
También comenzamos por seguir la pasión del papá, con el simple lema de inculcarles la unión familiar y el amor al futbol el cual se volvió una afición genérica , toda mi banda en los partidos de su afición.
Estar en el estadio con ellos, gritando, comiendo “mugrerito” (mientras a veces desabrocho mi apretadísimo pantalón) lo máximo. Ni me gusta el fútbol, ni le entiendo, pero ellos me explican una y otra vez y me encanta ser parte de esa pequeña manada. ¡¡Y ya ocupamos varios asientos así que algún beneficio deberíamos de recibir!!
-“Papá, le toca a mi mamá escoger dónde comer”, (por eso no me cierra el pantalón en los partidos). Así que también tengo mis abogados ¡y sin honorarios! ¡Estupendo!
Somos esa familia de varios, ruidosa e imperfecta y al mismo tiempo mejor de lo que había soñado. Disfrutando cada cosa y valorando cada difícil momento que nos hace fuertes como equipo.
Descalabradas, accidentes… tomo lo malo como la oportunidad de unirnos a levantar las manos y clamar a Dios; tomo lo bueno como oportunidad para agradecer y ponerlo en la mesa… aprendemos juntos, lloramos juntos, ¡y que se diga! ¡Reímos juntos! Esa es mi tribu, mi manada.
Disfruto ver a mi hija disfrazándose y disfrutando de su niñez, a mi hijo de en medio sumamente distinto a los demás, dedicado, inteligente y perfeccionista, disfruto cada gol y victoria del mayor.
Aburrirse, ¡jamás!
Así que, bueno… con los ojos cerrados lo haría de nuevo. Por lo pronto uno más, hoy paso…. y el quinto pues ni en sueños mientras tanto disfruto plenamente lo qué hay en la mesa, aquí, no en Italia pero si en mi lugar favorito… mi amada casa.