Por Blanca Garza y Vero Barreda
Ya vamos a la mitad del primer mes de este año nuevo. Quizá te planteaste nuevos retos, metas, etc… ¿Cómo vas con eso?. O quizá hay algo que te detiene desde lo más profundo y no te permite tomar las decisiones necesarias para alcanzar lo que quieres. Ese algo, tiene nombre: MIEDO.
Hay diferentes y numerosas tipologías de miedos; al rechazo, a la soledad, a la oscuridad… Pero hay uno en especial que hoy merece nuestra atención, el miedo al cambio. Los humanos somos cómodos por naturaleza; nos acomodamos y acostumbramos a algo con mucha facilidad, y aunque estemos incómodos, preferimos lo malo conocido que lo bueno por conocer. Para revertir esto, tenemos que identificar no solo nuestros miedos sino aquello por lo que merece la pena derrotarlo, por nuestro afán de superación, por nuestra familia, por una mayor felicidad…
El cambio es inevitable en nuestras vidas. Estemos conscientes o no, queramos aceptarlo o no, las cosas y la gente cambian. Ante estos cambios, nuestra forma “normal” de reaccionar (a la que estamos acostumbrados) en ocasiones ya no nos es útil, por lo que necesitamos buscar una nueva opción.
Cambiar significa modificar nuestra conducta o forma de pensar ante una nueva situación. Aun sin darnos cuenta, lo que vamos viviendo va modificando nuestro carácter. Algunos aspectos se fortalecen, otros se debilitan y surgen nuevas conductas, formas de pensar, etc.
El cambio nos da miedo, porque no sabemos cómo manejar situaciones nuevas o diferentes, puede provocar algún tipo de pérdida, ya sea física, moral, emocional, etc., podemos equivocarnos y ser criticados por los demás y/o por nosotros mismos. La falta de control que sentimos generalmente nos angustia.
La manera de enfrentar el cambio, depende, en gran parte de nuestra autoestima. Cuando nos sentimos seguros y capaces, vemos el cambio como un reto o una motivación positiva. Cuando nos sentimos incapaces o poco valiosos, el cambio nos disgusta e incluso nos asusta. Nuestra manera de enfrentar el cambio depende de lo que aprendimos durante la infancia o ante ciertas situaciones dolorosas. Pero siempre podemos aprender a enfrentarlo de manera positiva, aprendiendo de él y mejorando nuestra vida.
Lo importante es no tenerle miedo y modificar las ideas y creencias falsas que han mantenido ese miedo. El cambio no es eliminar lo conocido sino ampliar nuestra área de actuación.
Platicar con nuestros miedos nos ayuda a conocerles mejor. Quizá suene loco, pero ponerles cara y nombre, nos permite hacerlos de nuestro bando y utilizarlos como medios de impulso y no como grilletes atados a nuestros pies.
Sin duda es un buen momento para iniciar este año haciendo limpia hasta de los miedos que nos estorban y con ello comenzar a generar el bienestar que aguarda todo el tiempo frente a nosotros esperando que afinemos la mira para focalizarlo.