Por Clara F. Zapata Tarrés
Ayer fuimos en familia a Monterrey a una exposición muy recomendable de un artista chino llamado Ai WeiWei: Restablecer Memorias. En el museo Marco también se presentaba una exposición llena de luces, colores, espuma de nubes, sonidos, canciones y experimentos eléctricos y de nuevas tecnologías: El orden material de las cosas…
Por un lado, una gran imagen sobre los 43 estudiantes mexicanos desaparecidos, junto con los testimonios de las familias que perdieron de vista a sus hijos en el 2014 y, por otro un juego de interacciones didácticas y llenas de imaginación.
Muchos sentimientos encontrados y la lucecita en mi cabeza de que en cualquier momento la vida puede cambiarnos la cara, volverse negra y recordándonos que cada minuto cuenta, cada segundo de amor y de esperanza. Cada latido, plasmado en un árbol lleno de focos, cada mensaje escrito en un celular, cada palabra que se combina con otras para armar una sola voz, cada nota ensayada para un concierto a mil instrumentos… Cada beso, cada caricia, cada suspiro… Ahí, bañando poemas de neblina…
El momento suspendido en el aire, el amor efímero, la palabra, la frase “yo nunca lo hubiera imaginado”; “ya no sabemos qué hacer para que nos devuelvan a mis hijos”; “No vivimos, sobrevivimos”…
Y me recuerda, restableciendo mi propia memoria, que la vida está construida por momentos bastante efímeros. Las fotos estructuradas, cuadradas, 4X8, 8X10, nos pueden llevar muy lejos a cada archivo de nuestra propia memoria. Algo pasa con los humanos que podemos recordar los flashazos con los sentimientos.
Y yo recuerdo la cara de mi hija cuando la miré por primera vez, después de unas 6 horas de su nacimiento. Recuerdo que todo empezó a sanar al ponerla en mis pechos. Recuerdo a mi cuñada Lety y a Pepe, dándome confianza y a otros desconfianza- pero esos no importan ya- Recuerdo los pisos de colores de mi primera casa en mi pueblo y yo tratando de volar junto con las espirales dibujadas en cada cuadro de azulejo, con mi hija siempre en brazos. Rebeca es ella, con algunas cosas heredadas, pero ella.. Y sigue así, 11 años después, queriendo abrazarme siempre, pegada, como lapa, amándome y yo a ella. Siempre ordenada, disciplinada y muy consciente de su propia existencia, de su cuerpo y de su salud física y emocional…
Y recuerdo a María José dentro de mí, a sus 5 meses, luchando por permanecer, por querer abrazar su propia vida entre mis piernas llenas de sangre que se escapaba como un río… Su corazón latía fuerte… Recuerdo su tranquilidad y su manera de hablar desde los días de su nacimiento… Me acompañaba balbuceando cuando me bañaba, quedándose profundamente dormida con su arrullo de sílabas y verbos mal conjugados… Recuerdo que amaba ser amamantada, hasta el punto de succionar sus propios labios esperando mis pechos tibios… Y permanece… A sus 9 años, sigue aferrándose a la vida, siempre poniendo por delante su propia libertad, experimentando en cada paso y poniendo en palabras su autonomía…
Tanto amor que podemos sentir por los hijos… Es algo inexplicable…
Las imágenes de estas exposiciones representan, las dos, lo efímero e infinito del amor…
No te la puedes perder…
http://www.marco.org.mx/index.pl?i=1822
*”Las opiniones expresadas en este texto son solo mías y no necesariamente reflejan las opiniones de la Liga de La Leche”.