Por Elena Hernández
Siento esas ganas de vomitar. Y esa horrible sensación de pesadez que me sofoca y no me deja respirar, mis manos y piernas tiemblan sin cesar, incontrolables, me estremezco una y otra vez, me invade por dentro una angustia de no se qué. No puedo dormir, ya lo intenté poniendo mi mente en blanco con los ojos cerrados y nada. Ya puse un poco de música, ya la quité. Me levanto, camino, tiemblo otra vez. Trato de respirar profundo pero no puedo, no cabe el aire en mi pecho y no sé por qué. Los sonidos se agudizan, allá afuera el viento sopla constante y las campanas de la entrada no dejan de sonar, me inquietan. En la calle un auto pasa y a lo lejos cantan unos grillos. ¡Son las 2 de la mañana, debo descansar! Junto a mi sueña tranquilo mi pequeño bebé, qué bonito se ve, apacible y calladito, tan tierno. Está todo destapado, le pongo el edredón para cubrirlo pero pronto saca sus brazos y sus pies. Vuelvo a temblar, mi cuello y hombros están tensos, como cuando te entumes de frío, sólo que no hay frío, es solamente este ataque de ansiedad de no se qué, y no sé porqué, pero que ya se vaya, ¡carajo! …
No se va…
Y sé que por lo menos esta noche no se irá.