Por Susana López Siller
Pensé durante dos días si escribir esta columna, pensé si era buena idea volver a ser la que habla sobre este tema, que al parecer, a muchos incomoda. Y es que en algún momento me convencí de que no sería buena idea encasillar mi trabajo en estas columnas alrededor de los mismos temas, una y otra vez: la violencia de género, los derechos de la mujer. Pero la rabia que llevo conmigo desde el día martes me trajo de vuelta aquí, a tratar de poner mi desconcierto en palabras y desear que quizás, algún día, surtan efecto de manera positiva.
En Twitter surgió una tendencia llamada #INGRIDESCAMILLA, en donde se invita a todos a subir fotos con paisajes, momentos o personas agradables, con la mención a #INGRIDESCAMILLA ¿Qué se quiere lograr? Que al buscar su nombre en internet, por ejemplo en el buscador Google, la página se llene de imágenes bellas y llenas de amor, así como imagino lo hubiera querido ella, y no con las fotografías mutiladas de su cuerpo, así como lo quisieron unos cuantos directivos de prensa.
El caso de Ingrid tiene todo para cimbrar el terror en una nación entera. Una relación conflictiva, una denuncia por maltrato antepuesta en el ministerio público, una muerte violenta, abuso de autoridad y faltas a la dignidad de la víctima y su familia al difundir las fotografías de su cuerpo; sin embargo, aquí estamos todos, como si nada hubiera pasado esperando que a la próxima “no le vaya tan mal”, porque Ingrid no fue la primera, y al parecer no será la última.
Me llena de decepción no ver en las autoridades la rabia que sentimos todas, escuchar a un presidente ensimismado que pareciera no importarle la crisis de violencia de género que vivimos, leer a medios de comunicación que tienen como prioridad hacer negocio, incluso si es a través del morbo y la cosificación de la mujer, pero sobre todo, me entristece saberme parte de una cultura que nos considera desechables.
¿Quién está a salvo después de todo? Al parecer, ninguna. Nos han dejado claro que mientras más violenta la muerte, más se cuestiona la responsabilidad de la víctima en ello: ¿Qué habrá hecho ella para molestar tanto a su marido? ¿Por qué estaba en una relación violenta? ¿Por qué no lo denunció? (aunque sí lo hizo). Aquellos que aún creen que las mujeres que viven en relaciones extremadamente tóxicas tienen algún tipo de responsabilidad en ello, necesitan leer un poco más sobre el ciclo de la violencia y sus víctimas.
Por hoy, sólo me queda escribir su nombre tanto como pueda, esperando regresarle un poquito de la dignidad que le fue arrebatada. Te pido que hagas lo mismo, y cuando lo hagas recuerda que si no nos cuidamos nosotras, no nos cuida nadie.
#INGRIDESCAMILLA