Por Dona Wiseman
Ayer fue Día de San Valentín. No me causan lío las flores, los globos, los chocolates, la mercadotecnia; nada de eso. La verdad es que no estoy muy al tanto del origen de esta conmemoración, y para lo que me mueve hoy ni importa. Entre referencias a moteles y jabones chiquitos y hasta una fotografía de extraordinario mal gusto hecha meme (evidentemente planeado, aunque tuviera la intención de parecer espontáneo), leí algo que había leído antes en una versión similar.
“Ve depilándote el regalo.”
Eso leí ayer.
Hace algún tiempo, un muy querido amigo, en quien confiaba mucho, escribió:
“Si él va a pagar la cena, asegúrate de llevar rasurado el postre.”
Cuando leí ese comentario, me pasaron muchas cosas a la vez. Respondí. Me enojé. Sentía la total incredulidad de que un hombre, un amigo, en quien yo confiaba pudiera escribir semejante pendejada. Estaba ofendida y lo que le sigue. Independientemente de saber que no tengo que explicarme ni a mí misma mis sentimientos, volveré a intentar hacerlo. (Nota: al hombre que escribió esta babosada ayer, ni le contesté. No lo conozco ni me interesa.)
Me ha costado mucho confiar en otros (hombres, mujeres y quimeras). Eso es parte de mi estructura de carácter. Si he de decir la verdad, no confío en nadie. Muy a duras penas alcanzo a confiar en mí…y a veces ni eso. Leer ese comentario que escribió un “amigo muy querido” me llevó a un espacio interno de pánico. Reaccioné, en parte, declarando que era momento de volver a cerrar toda compuerta y que mi filtro para acercarme a cualquier hombre tendría que hacerse fino, muy fino, como un cedazo de los más cerrados, que dejan pasar solo las partículas más pequeñas. Me sentí en peligro. Estoy clara que en eso se refleja mi historia y es parte de mi trabajo terapéutico personal, pero en el momento entré en crisis y me replegué por completo. ¿Cómo podría aceptar salir con un amigo ahora (ni hablar de “pretendiente”)? ¿Qué tal que la expectativa de todos sea así? ¿Es real que, por salir con alguien, a cambio de su atención, yo le deba algo? Sí, estamos hablando de sexo, y ¡vaya! Yo no tengo broncas con el sexo. Sí me gusta. Sí quiero. Pero no así.
Y allí me quedo muda de nuevo. Hay tantas sensaciones en mi mente, mi corazón y mi cuerpo. Siento que me hundo, no, me repliego. Busco un lugar en mi interior, y en el exterior, donde no tengo que hacer contacto con nadie. Es un lugar donde me vuelvo a poner la armadura que quizás nunca me debí haber quitado. O quizás solo distingo que hay partes de mí que aún requieren de armadura. Esos 2 hombres no me escribían a mí. No directamente. Nos escribían a todas. Es real que para una mujer ejercer libremente su sexualidad en espacios donde hay seguridad es difícil. Tabúes, críticas, juicios, expectativas, rechazos…dictámenes patriarcales que nos limitan a cada paso y que a veces, justo cuando pensábamos (cuando yo pensaba) que iba ganando terreno, ¡zaz!, un hijo de su chingada madre hace un comentario estúpido que refleja la realidad de una gran parte (seguramente la mayoría) de nuestra sociedad planetaria, y vuelvo a mi cueva momentáneamente, con una mayor comprensión de cómo llegué allí desde el principio, pero ahora con la declaración y la advertencia a esos que quieren “postre rasurado”: ¡NO ME VOY A QUEDAR DENTRO, Y ME VAS A TENER QUE ESCUCHAR!