Por Liliana Contreras Reyes
En la literatura he encontrado respuestas que en ningún otro lugar. Fue gracias a ella que, en algún momento, dejé de sentirme sola, gracias a ella que me sentí identificada e, incluso, acompañada. Leo, no por aumentar el récord de libros, sino porque sigo encontrando las palabras que a mí me faltan, fragmentos e historias que me dejan sin aliento.
Recientemente leí el discurso de aceptación del premio Nobel de Literatura que escribió Svetlana Alexiévich, titulado “Sobre la batalla perdida”. Se trata de una periodista bielorrusa que, después de conocer los horrores de la guerra se dio cuenta que había voces que hacía falta perpetuar: las voces de las mujeres que vivieron la guerra, como esposas, madres, hijas.
Quisiera transcribir el texto completo, pero se los dejo de tarea. Me quedo con las anécdotas y reflexiones que me han dejado una nueva marca en mi carácter o en mi forma de percibir y experimentar el mundo.
No se puede escribir poesía después de la guerra o no se puede escribir ficción después de ella, porque hay que exponer la realidad tal cual es. Ésta es una de las reflexiones más significativas que hace la autora, quien viaja a distintos lugares de Rusia, Afganistán, quien retrata la caída de la URSS y el contexto de Chérnobil. Sus relatos se describen como polofónicos, porque se basan en el testimonio directo de los hombres y mujeres de dichas regiones. Esto la hace la primera escritora de “no ficción” en ganar el premio Nobel.
Una de las anécdotas que aparecen en “Sobre la batalla perdida” es la que, para mí, refleja una postura femenina tan auténtica, que seguro la encontraríamos en cualquier país ante circunstancias parecidas: una mujer ayuda a dos soldados malheridos, uno de cada bando. Cuando los hombres recobran la conciencia y se dan cuenta que comparten el espacio con un rival, empiezan a pelear y a buscar la manera del matar al adversario. La mujer, quien se había esforzado por salvar la vida de ambos, los cachetea y les dice que son unos idiotas, haciendo con ello que dejen de pelear. Los soldados eran adversarios en una guerra que ni siquiera entendían y, en ese momento, con una situación tan aparentemente simple, se dan cuenta de ello. Lo que Svetlana trata de poner de manifiesto es esa postura femenina ante eventos tan terroríficos como la guerra.
En sus textos, da voz a la gente común, resaltando las historias que, en conjunto, narran la historia de la humanidad.