Por Lorena González
Hace unos días fui a una piñata con mis dos hijos menores, al llegar vi que el estacionamiento estaba lleno, y el único lugar vacío era el reservado para personas con discapacidad, di dos vueltas para buscar otro y el señor del estacionamiento me señaló para que me metiera en ese espacio, (vio mis placas). Bajé el vidrio y le comenté como si lo conociera, esque no traigo a mi hija.
Total, di otra vuelta y me estacioné un poco más lejos. Al llegar a la fiesta me detuve un momento en la entrada y vi que un carro blanco se estacionó directo en ese lugar, el designado para personas con discapacidad, mi instinto fue actuar por inercia, como cuando traemos a mi hija que se necesitan tantas manos para bajar sus cosas, me quedé en la puerta para salir a ayudar.
De pronto se bajó la mamá y vi como se fueron bajando sus hijos:
Hijo número uno, hijo número dos, hijo número tres, una nana y yo seguía esperando que se bajara alguien con dificultad. No vi nada. La mamá se fue a la cajuela, y pensé “va bajar la silla de ruedas”, entonces empecé a caminar a la salida, acercándome y me detuve en seco, ya que sólo sacó un regalo, cerró la cajuela y empezó a apurar a sus hijos y a la persona que iba con ella ayudándola para que entraran en el salón. Ninguno de sus hijos tenía alguna limitante, ni física ni intelectual que justificara el utilizar ese lugar.
Me quedé congelada…
Tuve una lucha interna. Por un lado es muy cansado sentir que tenemos que educar todo el tiempo a la sociedad que nos rodea, iba yo también con mis hijos era una tarde para ellos y para disfrutar. Por otro lado esta mamá entró muy segura a la fiesta y no quise incomodar.
Traté de ser empática con ella y pensar que debido a sus tres hijos pudiera estar un poco agobiada y creer que tiene el derecho de utilizar ese lugar, pero me dio una desesperanza tremenda el darme cuenta que alguien pudiera creer que por tener muchos hijos (en su caso 3) tiene derecho a utilizar un lugar que está reservado para personas con otro tipo de necesidades.
Lo que más me dolió es que era un lugar lleno de niños y niñas, y que inconscientemente pudieran relacionar que se sube gente corriendo a su carro estando estacionada ahí.
Quiero ponerme en los zapatos de los demás para que de esta manera yo pueda recibir lo mismo, pero si tu lectora estás leyendo esto, quiero decirte desde el fondo de mi corazón, que tener un hijo con alguna discapacidad, entiéndase movilidad reducida, o cualquier problema intelectual severo, las familias con integrantes así, respiramos esa discapacidad las 24 horas el día, y todo absolutamente todo, cualquier actividad que realicemos, implica un mayor esfuerzo de nosotros como familia para realizar las actividades normales que haría cualquier persona sin discapacidad. Para que yo pueda salir de mi casa con mi hija se necesitan más que una alineación de astros , necesitamos una serie de eventos afortunados incluyendo el clima, si pasó una buena noche, si no hay epidemia de virus, si está alerta y no demasiado somnolienta por sus anti convulsivos, que cuando logramos salir y llegamos a lugares en donde hay un lugar esperándola a ella se siente como si alguien la abrazara.
El hecho de tener derecho a un espacio cerca de la puerta de entrada tiene su justificación y son ayudas mínimas que algunas veces encontramos en la ciudad.
Te aseguro que realmente no quieres vivir con esa necesidad y por más agobio que tengas con tu maternidad, (en la cual todas las madres lo podemos vivir y entender) independientemente del número de hijos que tengas, no se compara con el tener un solo hijo con alguna necesidad especial, te lo digo por que yo tengo otros dos sin discapacidad y para mi todo es más ligero cuando se trata de ellos (aunque siga siendo difícil), en comparación con mi hija.
Sé empática por favor con el mundo que te rodea. Todos los problemas y preocupaciones de todas las mamás son válidas e importantes, independientemente de la cantidad y características de los hijos, las tuyas también son importantes, pero no podemos ignorar el hecho de que esos espacios son diseñados y separados específicamente para cubrir un tipo de necesidad en algunos tipos de personas, y si queremos que alguien nos entienda y respete a nosotras tenemos que empezar por nosotras mismos.
Por favor enséñale a tus hijos con tu gran ejemplo que todos merecemos respeto, y que las herramientas que existen en la vida para cierto tipo de personas son válidas tanto como la persona que las necesita. Si tu ignoras esas señales, es como si ignoraras a la persona misma.
Probablemente en muchas piñatas se queden esos espacios vacíos, porque a alguien con una necesidad especial le fue imposible asistir, pero créeme que el día que veas llegar a un niño, niña, joven o incluso un abuelito o abuelita a iluminar el lugar con su presencia, entenderás que tenemos que tener siempre los brazos abiertos para ellos, así su camino sea más lento y tarden más en llegar, de esa manera estarás apoyando y enseñando a tus hijos sobre inclusión.
Con cariño,
la mamá de una hija con multidiscapacidad.
Ale Becker
Lore tus palabras son súper ciertas y no te voy a decir q nunca me he parado en un lugar de discapacitados por q si lo he hecho y mas de una vez. Tienes toda la razón y te agradezco tu forma tan directa pero cariñosa de concientizar sobre este tema.
Me encanto tu artículo