¿QUÉ GANAN?

Por Miriam Valdez

Salí a correr ésta mañana, como muchas otras. Una vez más, las miradas lascivas de los hombres se hicieron notar. Cruzas la calle para no toparte con uno de frente, tratas de levantar la mirada y observarlos directamente a los ojos. Salí a correr con sudadera, pants y ni una gota de maquillaje, no es mi mejor versión, créanme, menos a 14 grados. Pero aún así, te miran, te chistan, te persiguen con la mirada hasta torcer el cuello. ¿Por qué? por una simple razón: porque soy mujer. Porque así me tocó nacer, en ésta “condición”.

Reflexiono en mi “condición humana” mientras me ejercito, en ésta vida en la cual, a pesar de vivir dentro de una aparente burbuja, lejos de la horrenda realidad que se vive en muchas partes de mi país, aún así he sido víctima de acoso y machismo. Pienso en las mujeres que me rodean, en las historias que hemos compartido, pienso en mi hija y en cómo la educaré para enfrentarse a esto, pienso en mis dos varones y en cómo los enseñaré a respetar y frenar ésta ola de machismo y de violencia. Pienso en mis dos sobrinas, hermosas chicas de 20 y 19 años respectivamente, que estudian fuera en otra ciudad, en cómo todas las noches me acuesto rezando por ellas, pidiendo que nada malo les pase; pienso en mi sobrino, un médico estudiando su especialidad en otro país, en que nunca me ha dado ése mismo pendiente con él porque, simplemente, es hombre. Pienso en que mis hijos estén libres de violencia sexual o de rapto y en cómo he tenido que enseñarles, en su corta niñez, a estar alertas.

Vienen memorias a mi mente, situaciones desagradables que me sucedieron: hombres masturbándose en la calle, que me hayan manoseado en un lugar público, acoso e insistencia por parte de algún novio, una educación por parte de mis padres centrada en la prevención y advertencia de las atrocidades a las que me podría enfrentar debido a mi género, maestros señalados por acoso sexual, etc. y en cómo esas conductas han sido normalizadas de alguna manera en nuestra sociedad, porque “ellos son hombres y así es”.

¿Y a nosotras? A nosotras se limitaron a enseñarnos a cuidarnos de este lobo colectivo desde que éramos niñas y teníamos que taparnos los calzones, a sentarnos con las piernas cerradas para evitar despertarles malos pensamientos, a usar un chaleco para que no te vieran el brassier, a no vestir provocativa ni andar de loca en las  fiestas, a comportarte como dama en todo momento…a estar alerta en cada movimiento para resguardar tu integridad.

Estoy segura, como he leído infinidad de  historias en estos días, que no soy la única. Que todas tenemos historias parecidas, de mayor o menor grado, en cualquier ámbito social, en escuelas privadas y públicas, en nuestros trabajos, en la calle, y si no les ha sucedido algo, al menos hemos estado advertidas y alertas desde que tenemos uso de razón. ¡Qué injusticia y qué lamentable!

Tenemos que dejar de normalizar situaciones que hemos hecho triviales: NO, un hombre NO debe andar sacándose el pene en la calle masturbándose, NO debe andar viendo a todas lascivamente diciendo piropos estúpidos, NO debe arrepegar su cuerpo al de una mujer mientras va en un camión, NO debe andar manoseando mujeres a su paso por la calle, NO debe insistir para saciar sus ímpetus sexuales si se le ha dicho que no, NO debe agredir a una mujer ni física, ni verbalmente, NO debe acosar sexualmente a sus compañeras de trabajo o subordinadas, NO debe tratar de emborrachar o drogar a una mujer para tener relaciones, NO debe acosar ni violar a estudiantes, NO debe abusar sexualmente de un menor…¡NO!

Hoy, las mujeres estamos francamente hartas de éstas situaciones, tratamos de alzar la voz y aún así, nos tachan de chifladas, feministas, radicales, locas y de más; se burlan de nuestra desesperación de querer salir a la calle a manifestarnos, de tratar de despertar al país un día con nuestra ausencia y todavía nos debaten: “¿y qué ganan?” Justamente ése es el punto: que no hemos ganado NADA en años de lucha. Aún seguimos tratando de que vean nuestra realidad cotidiana y que no solo empaticen y simpaticen con nuestras manifestaciones, sino que exigimos enérgicamente que hagan algo con nuestras leyes, que hagan justicia por todas ésas personas asesinadas, violadas, ultrajadas…que como sociedad finalmente entendamos que cualquier manifestación de violencia y acoso no debe existir, que debemos empezar la transformación en casa a través de un cambio profundo y real en una educación basada en la igualdad de género, en la dignidad y en el respeto a la vida para que ésta sociedad retorcida deje de fomentar conductas tan inaceptables que hoy en día se aprecian como “normales”. Mi arma más potente es mi voz y hoy la utilizo a través de un grito desesperado para exigir a nuestra sociedad: NI UNA MÁS.

Miriam Valdez

Soy mujer, madre de tres, esposa de uno. Licenciada en diseño gráfico, máster en administración, comunicóloga de clóset. Amante de la lectura, de la cocina y de la naturaleza. Escribo desde muy pequeña como una forma de reflexión y expresión sin grandes pretensiones. He llevado mi vida por muy diversos caminos y fases. Inicié una vida profesional en el sector privado alcanzando puestos importantes y decidí dejarlo para vivir mi maternidad más de cerca. A partir de ese momento he emprendido negocios, me involucro en proyectos que me representen reto, ingreso y diversión. Mi búsqueda constante: el balance. Mi mayor satisfacción: ser madre.

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