Por Susana Lopez Siller
Hermanas, fuimos tormenta. Tormenta que ruge, paraliza y remueve todo a su paso. Juntas fuimos furia pero más que eso amor la una por la otra. Este 8 de marzo fuimos tormenta, que apisona, arrasa y cuestiona. Fuimos la fuerza de nuestras ancestras, el grito de las que ya no están y el dolor de las que buscan. Fuimos rabia y a la vez, empatía, y el sonido de “No estás sola” que retumbó en una plaza atiborrada de mujeres, después de escuchar a quién había sido lo suficientemente inteligente para escapar de su agresor e increíblemente valiente para denunciarlo ante miles. Fuimos tormenta y aun así, el día después la calma no llega y a nosotras, hoy, nos siguen faltando diez.
Yo no te represento y estoy tranquila con ello. Vamos, que no soy una especie de abogada litigante en búsqueda de clientes a la espera de un juicio. No cobro por esto, todo lo contrario, a veces toda esta marea termina costándome a mí: tiempo, dinero, espacio. No te represento, y eso no es malo. Aún hay días en los que batallo en representarme a mí misma. Porque deconstruirse es un proceso que duele, que cala e incomoda en lo profundo. No te represento y eso no me causa conflicto, pero si el día de mañana faltas ten por seguro que acompañaremos a tu tribu, porque aun cuando fuimos tormenta, a nosotras mañana, nos seguirán faltando diez.
Y pareciera que la opinión que nos rodea nos divide, pues sí en efecto, las tormentas son sinónimo de destrucción. Pero no te asustes que lo único que venimos a llevarnos es aquello que por tantos años nos ha dañado. Y esta tormenta que pareciera de paso, tiene planeado seguir. Hasta que el machismo no sea parte de la educación básica de este país, hasta que salir a la calle sea sinónimo de libertad y no de valentía, hasta que algún día logremos juntas que dejen de faltarnos diez.
Esperando que la calma algún día llegue, la tormenta ha despertado y llegó para quedarse. //
La fotografía es de Reginaldo Chapa Romero.