“OCHO DÍAS”
Por Miriam Valdez
Lunes 23 de Marzo 2020.
367 casos confirmados en México hasta el día de ayer de COVID-19. En mi estado, Coahuila, se mantiene la cifra en 12 casos confirmados. Continuamos en fase 1 de esta pandemia en mi entidad. Ocho días exactamente de estar en cuarentena. Una semana en la cual estar informada se torna más complicado. ¿Por qué? Porque tengo tres hijos en edades que requieren toda mi atención (y paciencia), una casa que tratar de sacar a flote, y una persona en primer plano que merece toda mi atención continuar al pie de cañón: yo misma.
He atravesado por variados sentimientos y emociones en estos días: enojo, irritabilidad, tristeza, desolación, hartazgo, euforia, alegría, compasión, incredulidad, ira, miedo, sorpresa, agradecimiento, ansiedad, cansancio, calma, motivación, solidaridad, templanza, valentía…pudiera continuar la lista, porque segura estoy que he vivido todo eso – y más – en tan solo ocho días… Sigo pensando que ahora sí llegó el momento. Ése momento en donde haber tratado de sembrar en mis hijos autonomía, virtudes y destrezas, debieran dar fruto.
Hemos tenido de todo muy de acuerdo a sus edades: dos en niñez intermedia y una en primera infancia. Tengo un hijo que ha sido receptivo a los estímulos externos en una forma literal, se angustia ante desgracias, se empeña en conocer cifras y origen de las cosas. Con él nos ha costado especial trabajo porque está molesto del trabajo que le dejaron de la escuela, porque está irritado de no poder salir a ningún lado, porque todo le aburre, porque yo no lo explico cómo sus maestras, porque se le exigen labores domésticas…porque en realidad está asustado de lo que está pasando, o porque simplemente es más sensible a percibir que todo es tan distinto de una semana para acá: no hay escuela, no hay amigos, no hay salidas, ni caprichos en restaurantes, no hay fútbol, no hay una vida “normal”. Sostenemos pláticas por más de media hora con él en donde tratamos de hacerle ver tantas bondades y bendiciones a nuestro alrededor, en nuestro entorno, aún ante la situación incierta.
El de en medio es dispuesto, enérgico, el que me empuja y arrastra a su ritmo. El cumple las tareas con una letra inadmisible para mí, pero llena de contenido muy a su manera. El es audaz, siempre pidiendo más: una receta de cocina nueva, un experimento, una broma… bueno, se la ha pasado en patines desde hace ocho días. Pero al mismo tiempo, ese torbellino tiene su contra en ésta circunstancia, deja mugre por donde pasa. Dejar los zapatos a la entrada está olvidado en mi casa por el momento, renuncié a eso por ahí del día dos. ¡Que anden descalzos, que se llenen de tierra, que corran, que vivan, que gocen!…Que no sufran mis miedos y ésta psicosis colectiva. Que sean lo que son: niños.
La pequeña de cuatro es la más alegre y entusiasta. Música por donde pasa. Baile en cada movimiento, juego lúdico 100%, ayuda genuina en todas las labores domésticas. Pero requiere mi atención en todo momento, mi cercanía, mi compañía, mi calor, mi atención.
Ocho días apenas: manos irritadas de tanto lavarse, medio refrigerador vacío, un carrusel de emociones en cada integrante de la familia, pláticas interminables con mi esposo con un sinfín de escenarios posibles, toma de decisiones, contacto con tanta gente que apreciamos y nos une la distancia, el facebook y el whatsapp (porque soy chavo-ruca), oraciones, esta ola de hartazgo del COVID-19, reflexiones profundas de nuestro pensar, sentir y proceder. Pero sobretodo, ocho días en los cuáles la esperanza y mi familia, son mi estandarte, mi ancla y mi talismán.