Por Dona Wiseman
Tenemos un mes en cuarentena y vamos para otro. La imagen que incluyo aquí me resumió, no lo que hago (porque aún no conquisto el entendimiento perfecto de la colaboración, o más bien la erradicación perfecta de mi competitividad), sino el rumbo que me gustaría que tomara el mundo y la sociedad…y yo, sí, es una propuesta para mí.
La teoría de la evolución de Darwin habla de la supervivencia del organismo que se adapta y colabora. Dice un maestro mío que, en algún momento de la historia, en aquel fango prehistórico, un organismo que era como una bola con ojos se encontró con un organismo que era un disco con patas. La bola terminó encima del disco y se convirtieron los dos en una unidad que podía ver y desplazarse.
Ahora es el momento de reconocer que tal vez no tengo visión, pero sí una fuerte capacidad de movimiento. Que quizá no tengo economía, pero sí una disposición al trabajo y a resolver situaciones prácticas. Que es posible que padezca de limitantes físicos y de salud (o una buena dosis de evitar la fatiga), pero que puedo contratar y pagar servicios. Que tal vez soy buena para encontrar información y esa información permite a otros sentirse más seguros, o quizá más curiosos. Que, en ocasiones, ayudo más quedándome en casa y dejando que otros hagan lo suyo.
A veces creo que debería estar en la punta de todos los pedos, pero así perdería la singularidad de mis talentos específicos. En mi mundo interno, el sentido de comunidad sería así. La que sabe de huertas, la que sabe construcción, la que escribe, la que cocina, la que diseña, la que canta, la que aporta cultura, la que aporta ciencia, la que organiza, la que coordina, la que comunica, la que reúne. Hacer lo mío no significa que no probaré y no participaré en otras actividades. Tengo varios talentos y el mecánico siempre requiere de alguien que le pase esa llave de allá abajo. La propuesta colaborativa significa reconocer, mis funciones dentro de la comunidad (desde la mundial hasta la que existe dentro de mi hogar).
A veces nos resistimos a cacarear el huevo que sí pusimos, o sea, que evitamos declarar y “presumir” nuestros talentos y lo que tenemos para ofrecer. ¿Cómo voy a decir que yo soy buena para algo? Eso es ser vanidosa, orgullosa, egoísta. ¡No! Es ser honesta y no caer en la falsa modestia de saber que se nos ven conmadres los jeans nuevos, pero cuando alguien lo dice (justo lo que queríamos de todas maneras) decimos, Ay ¿cómo crees?
La propuesta es, dentro de la colaboración, no evaluar las funciones de cada persona desde una jerarquía de importancia y mayores o menores derechos. Es el famoso es tan culpable él que mata la vaca que él que le estira la pata, pero en reconocimiento positivo. Al asignarles, internamente, valores mayores a las funciones de otras personas (a sus talentos), creamos un ambiente de envidia y competencia. Yo quiero hacer lo que hace ella. Yo también puedo hacer eso, y hasta mejor. Cualquiera puede hacer lo que hace ella. ¿A poco yo no puedo? Dicho de una manera muy personalista, si todo mundo hace lo que yo, ¿quién chingados va a reparar mi coche, o siquiera vendérmelo?
En un tejido, no se queja el hilo negro de no ser rojo. No se queja el amarillo porque solo es color de detalles y no de base. Sabe el rosa de una flor que su lugar e importancia está justo allí, justo donde es distinto al fondo azul.
En estos días, yo estaré contemplando los significados de “colaboración” y “competencia”. ¿Y tú? ¿Qué que quieres llevar al otro lado de la cuarentena?