POR: MAYTE CEPEDA
Cada 22 de abril conmemoramos a nuestra Madre Tierra a nivel mundial. Y en esta ocasión, la celebración se torna un poco distinta.
Hoy no hubo desfile de niños en el colegio conmemorando a nuestro planeta. Tampoco supe de la puesta en marcha de alguna obra sostenible del gobierno que vaya a mejorar la conservación de algún recurso natural. Ni de una empresa que estuviese inaugurando alguna obra o edificio eco-friendly. Hoy, simplemente hemos recibido una dura lección.
En esta ocasión, la Madre Tierra nos ha pedido festejarla desde casa. Por un lado, dejamos de ver un reloj y de correr, pero las actividades y pendientes de casa parecen no tener fin. Tomando clases en línea los hijos, mientras que nosotras estamos rogándole al cielo por que nos salgan más brazos, ojos y manos para poder trabajar desde casa, cocinar, limpiar, ayudarle a los hijos cuando se trabe la tecnología –aunque nosotros le entendamos menos que ellos– y como si eso no fuera suficiente, también tenemos otra tarea: volver a aprender del arte de la paciencia, por si acaso antes no lo habíamos perfeccionado.
No quisiera tocar el tema del por qué estamos guardados en casa. A todos nos ha quedado perfectamente claro. Esta cuarentena nos ha generado una cantidad importante de emociones de todo tipo: ya lloramos, gritamos, reímos, nos desesperamos, caímos en ansiedad y miedo posiblemente, y ya volvimos a serenarnos y a pensar que todo tiene una razón de ser y que haciendo lo que nos corresponde, estamos contribuyendo a que esto poco a poco pase.
Independientemente de las causas que nos tengan en cuarentena, el efecto del encierro ha sido muy evidente para nuestro planeta. Y este efecto ha sido muy positivo. Primero que nada, lo que podemos medir: El nivel de contaminantes en la atmósfera ha disminuido considerablemente, gracias a la baja circulación de vehículos, a la poca actividad industrial que genera emisiones al ambiente, entre otras. Hoy vemos ciudades con cielos azules y los colores grises se han atenuado. Otro efecto: la permanencia y movilidad de las especies. En estos días de encierro, que todo mundo te manda vídeos, fotos y noticias, he visto muchos videos de animales que andan libres y felices en las calles, hoteles, parques y carreteras, sin miedo a su mayor depredador. Y así, distintas manifestaciones de la vida en nuestro planeta que creíamos manejarla a nuestro antojo, cuando la realidad es que no nos pertenece, si no que somos parte de ella.
Hoy, además de muchas cosas, tenemos que reflexionar en la vulnerabilidad de nuestra permanencia en este planeta. Creo que ya nos dimos cuenta que no tenemos nada seguro, ni la vida misma, porque si es un virus hoy, mañana puede ser un meteorito, y pasado mañana puede ser una red de telecomunicaciones. Creo que es buen momento de enseñarnos a valorar cada pequeño detalle de la vida, de lo que tenemos alrededor, de agradecer por lo que cada recurso de nuestro planeta nos provee para vivir. Por el agua, el aire, la tierra y el fuego.
Hoy, día de la Pacha Mama, de nuestra Madre Tierra, de nuestra protectora Tonantzin, venerémosla con nuestra intención, con nuestra respiración, con nuestro servicio a ella, en agradecimiento a todo lo que nos provee. Pidamos por su sanación, por su bienestar y por que podamos seguir viviendo en ella muchos años, sin hacerle daño. Namasté!