Por Dora E. Berlanga
No he tenido muchas ganas de escribir, tengo días sacándole la vuelta y creo que es parte del ritmo que la vida misma nos ha marcado en las últimas semanas. Concuerdo con esas personas que opinan y sienten la necesidad de bajar el ritmo, de tomar tiempo para detenernos, hacer una pausa y darle prioridad a la introspección, a simplemente estar conmigo, con la familia. Y con este artículo no quería contribuir al bombardeo en redes de mil actividades por hacer en la cuarentena etc., pues resultaría contradictorio a bajar el ritmo, no obstante hay algo importante para decir y por eso estas líneas.
Por la situación que nos toca vivir el día de hoy, muchas mujeres tenemos más carga en casa, entre atender hijos de diferentes edades, realizar actividades escolares, home office, preparar la comida, desinfectar las compras, lavar ropa, limpiar y organizar la casa lo más que se pueda, y en medio de todo esto llega un momento en que el cuerpo siente que ya no puede, en mi caso hasta hace dos semanas surgían sensaciones en mi cuerpo, me dolían mucho las piernas y de repente algo brotaba y quería salir desde mi esternón y seguía subiendo hasta que me llevó a cuestionarme ¿Qué es todo esto? ¿En algún momento esto cambia o se acaba? Tengo todo el día haciendo algo y no acabo, salen y salen cosas por hacer en casa y la verdad es que terminaba siendo agotador.
En lo personal siempre me habían costado las actividades del hogar, y en los últimos 7 años que decidí trabajar menos y desde casa para estar con mi familia, estas actividades hogareñas habían generado mucha resistencia en mi, entre lo demandante que resulta organizar todo un hogar y llevar un ritmo más lento en proyectos personales o profesionales existía ese algo, que hacia todo más pesado.
Y después de 7 años me cayó el veinte, con un comentario que recibí de una persona que el universo usó como mensajero y escuchando un sermón reciente del Papa Francisco, en el que dijo “la vida es un don que se recibe entregándote”.
Woooooooooooow al escucharla comprendí muchas cosas, comprendí que no es tener que lavar los platos, no es tener que hacer la comida, no es tener que cuidar todo el día a los niños, sino que es recibir y amar la vida, amar la vida que me fue dada y amar la vida de mis tres hijos que se me permitió gestar y acompañar a través de toda esas pequeñas actividades constantes que son parte de organizar y dar vida a un hogar.
Cuando cambió mi enfoque las cosas han resultado más fluidas al interior de nuestro hogar, el día y todos sus quehaceres y deberes han resultado mucho más fácil, mi cuerpo físico no termina drenado de energía como antes, mi mente y mi corazón están más tranquilos, se ha liberado esa irritabilidad que calaba en el esternón y simplemente cada día es más orgánico y relajado.
Esta reflexión personal es la que quería compartir, ya que estamos viviendo una situación en la que el universo entero, Dios, la naturaleza, la sociedad, nos están diciendo a gritos ve hacia adentro, detente, mira al interior de tu casa, de tus relaciones, de tu estructuras, de tus rutinas, de tus vacíos, de tus pensamientos, de tus miedos. Y creo que esto es urgente y muy necesario, pues la vida misma está haciendo espacio nos está regalando tiempo para momentos de introspección y reflexionar sobre qué cambios tenemos que hacer en nuestra vida, que dinámicas, pensamientos, hábitos ya no nos funcionan y tuvo que ser de esta manera porque dentro de la “normalidad” es más difícil reflexionar con tantos compromisos y mil pendientes por hacer dejamos nulo espacio para conocernos, para habitarnos. Por más actividades escolares, laborales y domesticas que hoy tengas en esta “cuarentena” estoy segura que hay tiempo de cultivar silencio y habitarte, quizá soltando un rato el celular o netflix.
Aquí es donde está el mayor reto de este encierro, saber estar, saber habitarnos, más allá de las preocupaciones económicas y sanitarias, es de suma importancia priorizar en este tiempo el reflexionar sobre qué me impide vivir y habitar mi hogar o desde donde habito y vivo en familia, desde la resistencia, o desde un flujo constante de simplicidad y más amor. Con esto no quiero decir que no existan situaciones límite y dinámicas retadoras al interior de un hogar, claro que existen y es el pan de cada día, el punto es darnos cuenta desde donde elegimos vivir esas situaciones. Hacer conciencia de eso nos ayudará a saber estar para nuestra familia y habitar nuestro hogar desde un flujo constante de recepción del don de la vida a través de la entrega diaria de nuestro amor en cada pequeña y demandante actividad.
Que este encierro te lleve a saber estar en ti, saber habitarte y que cada día recuerdes lo que eres, amor.