Por Dona Wiseman
En días pasados tuve la oportunidad de encontrarme con una mujer a quien conocía a distancia. Sabía yo que teníamos una admiración mutua especial, pero nunca nos habíamos juntado para poner nuestras vidas más al descubierto y para explorar lo que cada una podría aportar a la otra, al mundo, a la vida. Hablamos mucho. Particularmente hablamos del ser humano y de cómo nos descubrimos dentro de una contingencia que nos está enfrentando a, pues a nosotras mismas. Hoy ella me envió este enlace que habla de una experiencia otra, de un hombre otro, pero que resume una parte de lo que yo creo son las opciones, exigencias, posibilidades, y tal vez hasta los regalos inherentes en la manera en que el COVID-19 nos ha parado.
“El nombre COVID-19 se forma de la abreviación del nombre coronavirus más los últimos dos dígitos del año en el que surgió esta mutación. Ahora nos toca reinventarnos en el YO-20 que superará esta crisis. Nuestra versión mejorada.”
Nuestra supervivencia ha dependido siempre de nuestra habilidad de reinventarnos. De saber que no necesitamos una despensa y un refrigerador atiborrados, tal vez. De saber que podemos sostenernos en situaciones no ideales. De mirarnos atendiendo la vida de maneras sorpresivas y determinando que las cosas eran más fáciles o bien más difíciles. Estamos muy entradas ya en la cuarentena, que ya necesitará otro nombre, pasamos los cuarenta días ya. Seguramente estamos contemplando qué sigue, pensando cómo estaremos al “salir”. En efecto, habrá todo un conjunto de decisiones, determinaciones, ajustes, etc., de nuevo. Habremos cambiado. No sé qué tanto ni en qué áreas, creo que eso será bastante individual. Hay personas que se han descubierto cocineras, jardineras, artistas, escritoras, fotógrafas, maestras, o expertas en cualquier cantidad de temas. A mí me gustaría pensar que nuestra consciencia habrá cambiado, qué habremos evolucionado.
El COVID-19 ha hecho evidente que somos una sola humanidad. No tengo estadísticas sobre el alcance de casos de COVID-19 en distintos países y distintas regiones del mundo. He visto que hay algunos que lo reportan así (pocos). Tal vez sea la primera vez en la historia que la humanidad entera se ve afectada por una situación en común. Pienso en las grandes guerras, por ejemplo, pero al igual no sé cuántos países y regiones no se involucraron y tal vez no hayan sentido mayores efectos.
Aunque no llega a un nivel total, supongo que ni lo hará, se ha visto una mayor presencia de solidaridad expresada con acciones. Yo he sido más solidaria. Sé de muchas más personas que igualmente lo han hecho. Estamos algo más conscientes de las necesidades propias y ajenas, y más dispuestas a distinguir estas necesidades y a atender tanto las propias como las ajenas.
Dentro del tema de la solidaridad y la comunidad, a mí se me ha hecho muy importante (urgente) darnos cuenta de lo que ya sabíamos. Las instituciones no pueden resolver. Las instituciones les quedan muy cortas a los problemas para los cuales fueron creadas. Hay mucha ilusión y pensamiento paternalista en la idea de que ante cualquier problema social una institución tendría que hacer su trabajo y resolverlo. Si vemos que hay necesidades que las instituciones no están resolviendo, es responsabilidad de la comunidad entrar al quite y contagiar a las instituciones. Las instituciones son de la comunidad y no viceversa. Sin la iniciativa de los individuos, de la comunidad, de la sociedad, si nos seguimos separando porque “ya establecimos una institución y la institución ahora debe resolver”…bueno, nunca ha funcionado, no del todo, no como esperábamos.
Seguramente estamos adquiriendo mayor respeto para nosotras mismas y para los demás. Tenemos ideas más claras de lo que podemos hacer y de lo que no, y de la necesidad que tenemos de los servicios y la ayuda de otros. Admiramos, o bien apreciamos, más a médicos, personal de hospitales, maestras, agricultores, transportistas, personal de supermercados, recolectores de basura, etc. Tal vez desaparecerá un poco las diferencias sociales.
Hemos percatado la cantidad de cosas que no requerimos. Vemos nuestros excesos. Estamos cambiando hábitos, pocos o muchos, en escala pequeña o grande. Podría ser que en algún grado nos volvamos consumidores conscientes.
Algunas estamos aprendiendo cada vez más a procesar información, de intuir lo que es real, lo que no lo es, y de verificar reportes y noticias. Estamos filtrando cada vez más las noticias amarillistas y falsas, sobre COVID-19 y otros temas. Nos volvemos más responsables de lo que decimos, de lo que compartimos, de lo que anunciamos como “verdad”.
Estamos más conscientes del autocuidado. Hay y había riesgos siempre en la vida. Tal vez ahora nos daremos cuenta de que no podemos tomar a la ligera nuestra propia salud. Para muchas de nosotras, esta es la oportunidad de volver más orgánicas nuestros ritmos de vida, de sentir el hambre y la sed, el cansancio y el sueño. Tal vez podremos distinguir los antojos del cuerpo como necesidades obvias o disfrazadas, y tal vez entenderemos que cuando los ojos se cierran solos no es momento de seguir trabajando.
Para recuperar el camino después de COVID-19, hmmmm, no, no recuperaremos el camino. Llegamos hace tiempo a una encrucijada y solo tuvimos una opción. Al salir, seguramente nos encontraremos con varias opciones de caminos, o variaciones de nuestro propio camino, algunas de las cuales ya hemos comenzado a desarrollar dentro del confinamiento. Sabemos que somos resilientes. Yo sé que lo soy, y sé que tú lo eres. Nuestras nuevas habilidades nos permitirán seguir nuestro viaje de la vida, así como está ahora.