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De la contingencia y otros demonios

Por Clara F. Zapata Tarrés

Nunca jamás, imaginé las tribulaciones y vicisitudes y menos imaginé las bondades y la capacidad de curación emocional que tendría la lactancia. Hoy pienso en todas las personas que estamos aquí, unas más encerradas que otras, unas más en riesgo que otras… Y me hago preguntas sobre cómo saldremos de estos obstáculos que nos ha impuesto la naturaleza o quizás alguna corporación laboratorista corrupta a la que le gusta que todos seamos parte del protocolo. Esto es algo no planeado por los humanos, no pensado y algunos tal vez leímos en algún momento “La peste” de mi gran ídolo Albert Camus, pensando que le ponía bastante creatividad e inventiva a su relato. Hoy vemos que es bastante realista y sin duda, dan sentido cada una de sus palabras y frases.

Hace unos días que ya hemos pasado un poco más de 60 días de contingencia y todos estamos más o menos en los presentes que nos toca vivir, y otros tantos pensando en los futuros. Lo que más me sorprende es la capacidad que algunos seres tienen para ser, como dice la palabra de moda, resilientes. Pero más allá aún, me sorprenden los niños con su gran habilidad para hacer de mucho, de todo, un juego.

Estoy encerrada, junto con mi pareja y mis hijas. Él, sale con todos los aditamentos para simular que está en una película del fin del mundo y nosotras literalmente lo más lejos que hemos llegado es al parque que se encuentra frente a la casa.

María José tiene 9 años. Es la más desesperada de la casa porque es muy sociable y le encanta hacer desorden, correr, brincar, carcajearse y dar besos y abrazos a quien se le plante enfrente. Extraña terriblemente a sus amigos, a todos por igual. Odia hacer las tareas escolares porque de pronto la escena escolarizada olvida mucho que los alumnos están sufriendo o por lo menos resintiendo la parte más divertida de la escuela que es tener amigos. Los adultos, más los profesores, algunos, sí han olvidado ese resquicio de imaginación que desborda en la mente infantil. María José, está en este límite en que puede estar dos horas platicando con sus muñecas o con sus gatos y, descubrir que la imaginación vista de esta manera puede desaparecer en cualquier momento, para entonces, poner seriedad, orden y estructura al tiempo, al espacio y a la realidad.

Dentro de este tránsito, ha descubierto que la cocina es su pasión más grande y que ahí todavía puede creerse chef o simplemente la conductora de Nailed It, quien es muy simpática. Al son de Say So y al paso de una cocinera llamada Janet, de “Jauja Cocina Mexicana”, María José se hecha un clavado a la aventura de hornear un pan de plátano. Con mi acompañamiento al principio, aplastamos los plátanos, ponemos una taza y media de harina, un cuarto de taza de leche, dos huevos, aprendiendo que aquí, las fracciones pueden ser divertidas. Aprendemos sobre el calor y el frío, sobre los sabores, la vainilla, la canela, las nueces del jardín, las cucharadas y cucharaditas, y seguimos al pie de la letra las indicaciones. Resultado: un riquísimo pan al que le agregamos un poco de azúcar glass que le da un toque muy especial. Esto fue una improvisación hacia las instrucciones precisas de una ordenada señora de youtube. El ritmo de la música que le gusta a mi hija, le da un toque divertido porque entre gramos, litros y porciones, nos ponemos a practicar los pasos que crea esta cantante guaperrima Doja Cat. Y así pasan los días, y sin provocarlo, vuelven las ganas de cocinar pero ahora con la experiencia exitosa, podemos hacer un llamado a la invención. En vez de plátano, zanahoria rallada: un auténtico pan o pastel y vemos las instrucciones para ponerle un poco de glaseado por encima. María José cada vez se vuelve más buena en la cocina. Y a partir de ahí: hot cakes, salchichas tostaditas en un sartén, café, capuchino y, y, y, y… ARROZ. No sé si soy yo, pero creo que a muchas nos pasa, que el arroz es un platillo con un sabor que puede creerse sencillo, pero que a muchos nos sale duro, quemado, aguado, pegajoso, pastoso, etcétera. Le ha quedado delicioso.

Con todo esto no quiero presumir a mi hija. Sólo quiero recalcar y recordar que somos capaces de todo lo que queramos, mientras estemos interesados. Así, en esta pequeña rendija de futuro que nos espera, podemos reflexionar sobre eso que tanto nos gusta o simplemente improvisar en caminos distintos a los de siempre, para arriesgarnos a ser otros y sobre todo a saber que podemos, como una niña de 9 años, sentarnos en el piso a imaginar que ese mundo es real y que no importa que alguien nos encuentre hablando “solas” con nuestros peluches, o nuestras cucharas o nuestras barbies, o nuestras ollas.

Pensemos que además de visualizar un futuro ordenado y con las horas muy estrictamente plasmadas en un reloj, sí existe ese lado juguetón, improvisado, relajado o como le queramos nombrar. Hay caminos diversos: escojamos el de la libertad, el gran horizonte y sobre todo, el del juego. Éstos nos darán sin darnos cuenta, las capacidades, habilidades y bondades para curarnos emocionalmente de este gran trance por el que pasa nuestra humanidad. Mañana, es mejor…

Clara Zapata: Soy Clara, etnóloga chilena-mexicana. Tengo dos hermosas hijas, Rebeca y María José, con Joel, mi regiomontano amado. La libertad y la justicia son mi motor. Creo plenamente en que la maternidad a través de la lactancia puede crear un mundo más pacífico y equitativo y por eso acompaño a familias que han decidido amamantar. Amo la escritura, la cultura y la educación.
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