AHORA EN NOVENTENA
Por Miriam Valdez
Sábado 20 de Junio 2020.
Me da algo de vergüenza escribir mis pensamientos, pero como son eso, mis pensamientos y esto es un “diario” –que se ha vuelto un quincenario por la falta de constancia- pues me dispongo a escupir lo que traigo adentro.
Todo este proceso ha resultado muy extraño. A noventa días de “cuarentena”, se ha tornado este asunto del Covid-19 cotidiano. Es interesante ver cómo ha evolucionado el sentimiento, el pensamiento y sobre todo, el actuar. Sí nos cambió esta situación, pero “poquito”. Porque no hay una tragedia grande detrás, porque no estamos huyendo de los nazis, porque no estamos en un campo de concentración, porque no estamos ante el saqueo y la persecución de la revolución mexicana, porque no estamos sobreviviendo a una catástrofe natural que te avienta a empezar de cero, porque no nos evacuaron de nuestra ciudad por una bomba nuclear, porque sí es una pandemia, endémica -con la que tendremos que acostumbrarnos a vivir- pero no es la peste negra; porque no estamos viviendo hambruna, porque no estamos en medio de una guerra mundial, porque María Tifoidea ya hizo lo suyo en su momento, porque ya no salimos a la calle con el miedo a que te agarre una ráfaga de balazos originada por narcos y tú manejando con dos bebés en el coche…y así, podría seguir enumerando mil y un situaciones adversas por las que ha atravesado la humanidad, nosotros mismos, y aún así estamos aquí haciendo frente a esta nueva realidad.
Casi olvido mencionar los datos “oficiales” en mi país: cerca de 200,000 contagiados; en mi estado cerca de 3,000 y en mi ciudad, alrededor de los 340 casos.
Bajo ese contexto, es en donde resulta difícil establecer un “modus vivendi” ante ésta nueva situación. Las situaciones son ambiguas por donde las veas: que mis hijos vayan a la escuela y creen anticuerpos, pero que vayan con caretas y el colegio tome “medidas” (que ni sabemos si funcionen realmente) para cumplir con un decreto oficial…que me reúna únicamente con la familia tratando de llevar a cabo la “sana distancia”, que por más que se quiera, resulta imposible. La posibilidad de ir a hacer deporte como acostumbrábamos con las “nuevas medidas” y creer que estaremos a salvo. Salir a hacer las compras con “las reglas de sanidad” sin saber si traes el virus a casa sólo por tratar de salir un rato a distraerte, porque es más práctico así que estar hora y media en el dispositivo “actualizando el carrito de compra” o esperando al repartidor que dijo vendría a una hora y ya han pasado cuatro adicionales. Que te reúnas con gente de tu misma familia y/o círculo de amigos, creyendo que traen las mismas ideas-protocolos y resulta que te topas con todos los prototipos: “el coronavirus es puro cuento, es un tema político, me vale madre, yo sigo saliendo con amigos y a los centros comerciales, el cubrebocas sirve para nada, hago vida normal, si lo piensas, realmente te enfermas porque lo atraes, aquí traigo un amuleto contra la enfermedad, etc.”…y por el otro lado, el extremo: “no salgo, no veo a nadie, no me arriesgo en lo absoluto, no te me acerques, etc.” No miento cuando digo que ambos escenarios me hacen sentir que ésa es la neta, así he estado en los dos extremos. Un día pienso que hay que vivir, que hay que disfrutar hasta donde tope, y otro día pienso que eso sería irresponsable. Claro que estoy haciendo todo aquello con lo que también nos manipulan a los optimistas/alternativos y no sabemos si es verdad: “refuerza tu sistema inmunológico, esa es la clave, sea cual sea tu acción para ello: deporte, meditación, vitaminas, lo que te haga sentir bien, etc.”
Pero, siempre gana mi yo “equilibrio”. Y si bien me molesta la falta de cordura, la ignorancia, la arrogancia, el vale-madrismo ante el tema, comprendo cada mente y cada corazón. Comprendo que cada quién vivimos esto de manera muy diferente. Y para mí, sigue siendo ni “muy muy, ni tan tan.” Haré todo lo posible por mantener a los que amo a salvo. Seré responsable, como he tratado de ser siempre, pero sin ir al extremo de fanatizarme en el tema. Me comprometo a investigar información fidedigna y apegarme a ella, me comprometo a adoptar las medidas que mejor se adapten a mi sistema de creencias y a mi entorno familiar, me comprometo a demostrarle a mis papás y a mi familia cercana, lo mucho que los amo y me importan al no actuar irracional e irresponsablemente. Me comprometo a disfrutar la vida y adaptarla lo mejor que puedo a esta nueva realidad sin dejar de alegrarme por estar aquí cada segundo y tratar de actuar en consecuencia.