Ley universal. ¿Sí estaré consciente de que esa “ley” se la leí a otro ser humano?
Por Dona Wiseman
“Nos darán la cantidad de amor que nosotros tengamos por nosotros mismos. Es una ley universal.” Esto leí. Y bueno…tengo una pregunta que me lleva a otra y a otra. ¿Cómo demonios sabe un ser humano, o cómo llegaría a suponer, que algo es ley universal? Universal, ojo, o sea del Universo. ¿Es algo así como la Serie Mundial de beisbol, que solo abarca a un país (ahora 2)? ¿Es un asunto de nosotros, los humanos, el sobreestimar y sobrevalorar nuestro alcance? ¿Es pariente de la discusión de moda sobre si el dióxido de cloro es un milagro o un peligro?
Ley universal. ¿Sí estaré consciente de que esa “ley” se la leí a otro ser humano, quien se la leyó a otro ser humano, quien se la leyó a otro ser humano, quien tal vez presumió haber sido privilegiado con un mensaje de alguna deidad o algún espíritu mientras “meditaba”, probablemente bajo los efectos de cuando menos un intenso ayuno?
No estoy cuestionando las leyes de la gravitación ni cualquier otra ley de la física, que dicho sea de paso se han descubierto previo hipótesis y estudio. Pero, con las debidas disculpas, o admitiendo que no me importa disculparme, la ley de la atracción y esta historia de que alguien solo me dará lo que yo ya poseo, no me convencen.
El amor que me “da” otro – que ni siquiera creo que el amor es algo que se da y se recibe – será él que ese otro tiene disponible para mí, y ni una gota más o menos. Pero divago.
Tenemos una historia plagada de “mentiras” presentadas en formas de leyes, normas, certezas, y verdades. En tiempos muy recientes hemos sido víctimas de cualquier cantidad de publicaciones y mensajes que nos anuncian que “a los vecinos de la prima de la amiga”…como siempre, pero ahora con el tema que nos apremia.
Pero, va mi pregunta en serio.
¿Será la necesitad de saber algo, lo que sea, de tener una especie de certeza por frágil que sea? ¿Será que considerar o creer algo no es suficiente y que para sentirnos bien con ello tenemos que aplicarlo, no solo a las demás personas, sino al Universo entero? ¿No estamos cómodas con tener opiniones temporales en espera de más información para ajustar y fluir dentro de lo aparentemente verdadero y no? ¿El cambio de parecer nos parece despreciable acaso, y la “equivocación” por falta de información y conocimiento tan deplorable?
Sabemos, hoy más que nunca, que somos temporales e impermanentes en esta Tierra. Estamos viviendo cara a la muerte de manera más clara que en cualquier momento de nuestras historias. ¿Eso nos provoca la necesidad de opiniones más férreas y contacto más privilegiado con una verdad que abarque más que nuestro pequeño mundo? ¿O será que podríamos darnos cuenta de que somos tan temporales nosotras como las ideas y creencias en las cuales pretendemos sostenernos?
Para mí lo que sigue es buscar la opción de acomodarme en la temporalidad y en mi propia impermanencia, y desde allí acoger la inseguridad de todo lo que “sé” y de la existencia misma.