Por Liliana Contreras Reyes
–Nací a los veinticinco años, con mi primera canción.
–¿Y antes?
–Luchaba.
(Cyrulnik, 2001).
Si después de leer el epígrafe del libro, no te enganchas con las siguientes páginas, será difícil que algo más te conmueva.
Hace más de dieciséis años leí Los patitos feos de Boris Cyrulnik, publicado en el 2001. Es un libro que, literalmente, puede transformar nuestra vida, marcando un antes y un después, tal como las experiencias adversas a las que nos enfrentamos, creyendo, una y otra vez, que no tenemos la fortaleza o las habilidades para salir adelante. Como dice el autor, fue escrito por cientos de autores a quienes refiere y cita en sus 272 páginas.
A lo largo de nuestra vida, podemos enfrentarnos a situaciones adversas que nos van marcando. La muerte, la enfermedad, el periodo de violencia que nos rebasa, una guerra, la frustración por la impunidad, el mal gobierno.
Intenté no hablar en demasía del COVID, pero estos cuatro meses me han sobrepasado. No es tanto por los días en casa, sino por la falta de certeza, la información contradictoria y la poca esperanza que nos dan las noticias a quienes, como yo, tenemos un negocio pequeño y dos hijos a quienes educar en casa.
Sé que saldremos adelante.
No sé en qué condiciones.
Según Cyrulnik, hay tres aspectos que favorecen la resiliencia en las personas:
- La adquisición de los recursos internos, impresos en el temperamento desde los primeros años, se relaciona con la manera en que reaccionamos a las experiencias de vida.
Quiero crear una enorme burbuja que proteja a mis hijos de todo, incluso de mí.
- El significado que damos a las experiencias negativas es el que causa el trauma.
Trato de pensar en positivo.
- La posibilidad de hallar los lugares de afecto, las actividades y las palabras que el ambiente dispone en torno al herido, proporciona las guías de resiliencia que nos permiten retomar nuestra vida, después de una experiencia traumática.
Tengo la responsabilidad de construir un camino, que le permita a los niños con quienes trabajo, enfrentar la adversidad de forma propositiva.
Considerando lo anterior, puedo explicarme porqué el impacto de la contingencia se agrava conforme se acumulan los días. Damos una interpretación cada vez más negativa. Aunque tratemos de no ver noticias, de evitar fuentes no fidedignas, los mensajes directos, los comentarios echados al aire o las llamadas de alerta de quienes buscan protegernos llegan a cada rato.
¿Cómo sostener un negocio? Aunque pospongan los pagos por tres o cuatro meses, tal como lo hicieron los bancos, Infonavit, los prestamistas, ¿cómo recuperar todo este tiempo sin trabajar? ¿Hasta cuándo mantendremos el ánimo? Ya tengo dos trabajos alternos. Apenas me consideraba emprendedora, tuve la necesidad de aceptar otras opciones con los cuales sostenerme económicamente y apoyar (un poco) en los gastos de mi casa. ¿Será suficiente? Porque sigo sintiéndome culpable por no hacer más.
Siento que este tiempo me deja un aprendizaje sustancial: la capacidad de renunciar. Es tiempo de dejar de lado tantas cosas:
la pérdida de la privacidad,
la renuncia a comodidades inservibles,
la renuncia a ser dueños de nuestro tiempo,
el dejar de lado algunos planes y sueños,
valorar lo esencial,
aprovechar el aburrimiento
y, ante todo, no perdernos en un aparente contacto con nuestra familia, asumiendo que estando en casa, estamos con ellos.
Para bien o para mal, nuestra capacidad y nuestra forma de enfrentar la adversidad está dentro de nosotros.
Ya nos pertenece y nos da forma.
Nos permite transformar a ese patito feo en cisne (o en delfín o en mariposa).