A VECES ME PREGUNTO
Por Miriam Valdez
A veces me pregunto cómo era la vida sin Netflix, sin Clarovideo, sin Amazon Prime o sin tantos otras más sofisticadas plataformas que no alcanzo –ni me interesa- conocer.
A veces me pregunto cómo era la vida sin tacones, sin maquillaje, sin faciales, sin prime base, sin tintes, sin fitness, sin highlighting makeup, sin spa’s, sin botox, sin play date’s para los niños, sin citas románticas espectaculares para parejas, sin “un espacio para mí”.
A veces me pregunto cómo era un colegio sin clases de inglés, sin academias, sin equipo de fútbol, sin francés, sin festivales, sin papás inmiscuyéndose en la curricula escolar, sin niños estresados o con déficit de atención.
A veces me pregunto cómo era que vivían los abuelos sin carros de lujo e inteligentes, sin vacaciones “todo incluido”, sin salir de la casa más que para el trabajo o la iglesia, sin cine, sin cruceros, sin reuniones, sin rib-eyes de 2 pulgadas, sin mostachones de fresa, sin ropa de marca, sin iphone’s, sin aparatos y muebles inteligentes, sin casas con jardines espectaculares, sin decoración de interiores, sin experiencias épicas.
A veces me pregunto: ¿por qué el Covid nos pegó tanto y tan duro? ¿Por qué no hemos aprendido a vivir simple, como hacían nuestros abuelos o nuestros padres, que era más que suficiente?… ¿Por qué la grandeza se ha centrado en el exterior y no en el interior y que por más que queramos hacerlo diferente, hemos sido víctimas del sistema todos y cada uno de nosotros, de una u otra forma?
Y ahí continuamos, temerosos de que el viaje acabe en este momento y creer no estar preparados, porque continuamos esclavizados basando nuestra felicidad en una seguridad falsa que generalmente centramos en “necesidades” que nos han vendido, con sus mil y un formas disfrazadas de seducción.