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VIVO CON EL CORAZÓN ROTO

Beautiful young woman holding coffee cup at home

Por Dona Wiseman

Generalmente tomo leche de almendra caliente antes de dormir.  Tengo la costumbre de apretar la taza, así caliente, contra mi esternón.  Considero que soy de corazón frío, sensible pero helado (¿será posible?).  Algo cierto es que me gusta tener frío para necesitar hacer algo para calentarme, pero solo poquito.

Tomar café o té o chocolate y usar la taza para entibiarme las manos.  Enredarme en suéteres largos tipo abrigo cuyas mangas logran taparme las manos.  Dicen que “manos frías, corazón ardiente”.  No creo ser de ese grupo.  Creo que mis manos y mi corazón se replican. 

Un hombre me comentó hace poco que él tiene el corazón roto. O tal vez me preguntó qué se hace cuando una persona tiene roto el corazón. Le dije que vivir.  Que con el corazón roto se vive.  Así vivo yo, y tú. ¿Qué no? 

Pienso ahora que Leonard Cohen tal vez hablaba de los corazones cuando dijo que hay una grieta en todo y que es por allí que entra la luz.  ¿Será que por allí tal vez se me ha salido el calor?  ¿Se habrá ido por la grieta?  ¿O con la luz tendría que entrar calor también?  No sé.  Solo sé que no conozco a nadie que se ha librado de tener el corazón roto. 

La mayoría de nosotros nos mantenemos en la vida, incluso aprendemos a vivir más. Quizás la vida no se mide en cantidades, pero a veces el corazón roto es justo lo que nos mantiene en la vida, o nos permite tocarla de manera más directa, más cruda, más libre, más real. 

En el último mes me he hecho 2 tatuajes nuevos.  En algún entrenamiento, hace años, el maestro comentó que según su paradigmas las personas que se tatúan tienen el deseo de morir.  La vida existe muy cerca de la muerte.  Una línea fina, que a veces parece una especie de suerte, las separa, a estos personajes que no existen mas que en referencia uno del otro. 

Si mi corazón no sintiera frío, yo no tendría el consuelo de una taza caliente contra mi esternón.  Y si mi corazón no estuviera lleno de grietas, no podría asomarme para ver la luz que entra de fuera y forma los espectáculos más misteriosos allí adentro. Si no conociera el deseo de morir, tal vez no tendría la determinación de vivir, de vivir bien, en grande, libre, con el sol en la cara y el viento a mi espalda.

Dona Wiseman: Psicoterapeuta, poeta, traductora y actriz. Maestra de inglés por casualidad del destino. Poeta como resultado del proceso personal que libera al ser. Madre de 4, abuela de 5. La vida sigue.
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