Por Anagabriela De La Garza Moeller
He perdido la cuenta de cuántos días llevamos en cuarentena, tengo días muy buenos, días muy malos.
Una de las cosas más hermosas que me ha traído esta pandemia es poder pasar muchísimo tiempo con mis hijos, y a pesar de ser algo hermoso, también es algo retador y difícil. Trato de dar lo mejor y de repente de vez en cuándo pienso en mi, en lo que me hace relajarme, en cuánto extraño tomarme un café caliente, y me pongo a pensar en cuánto tiempo tengo en realidad de haber dejado de cuidarme a mí.
Esa Anna que era antes de convertirme en mamá, sigue dentro de mí, pero ya no tiene tiempo para ella. A veces extraño salir una noche a ver las estrellas en el cielo y sentir la brisa del aire, ver una película completa, sentarme a comer y poder terminar mi comida caliente, ponerme una mascarilla, peinar mi cabello. A veces extraño a esa Anna que ya no soy, esa Anna que se transformó para cubrir las necesidades de dos niñitos hermosos y amorosos.
A veces me siento triste de haber regañado de más a mis hijos, me siento culpable de no tener tiempo para ellos, de tratar de ser la mejor mamá del mundo y terminar sintiéndome como la peor. Esta pandemia me ha hecho extrañar a esa Yo que sigue dentro de mí, estoy buscándola y voy a encontrarla para recuperar ese equilibrio y dejar de exigirme tanto como mamá y disfrutar de la maternidad dándole a mis hijos lo mejor de mí pero también dándome a mí lo mejor de mí.
Pero esa sensación en las noches de que no lo hice bien o que me falta algo probablemente no sea en la parte de ser mamá, si no que me está faltando la parte de ser YO.