Por Daniella Monarez
Quienes me conocen sabían que algún día mi hija llegaría a tener mejor sentido común que yo, bueno pues me temo que ese día si no ha llegado, está muy cerca.
Veo como su “pensamiento mágico” se va desvaneciendo, ahora todo lo aterriza en una lógica más propia, hace preguntas mejor estructuradas y reta las acciones de los adultos con los que vive (4 para ser exactos) y también con los que no.
Y ya que el confinamiento me ha regalado la oportunidad de conocerla mejor, veo con mucha alegría que es una niña muy feliz y que se está convirtiendo en un ser humano extraordinariamente bondadoso y muy sensible a su medio, le preocupa la contaminación, el ahorro de energía, los sentimientos y la salud de las personas, siempre me recuerda llevar mi cubre bocas y bloqueador y si hace frío hasta un sweater me alista, además es creativa (le basta solo un par de cajas de huevo para hacer un pastel o una de cartón para convertirla en un cajero automático y así miles de anécdotas de reutilización de materiales reciclados de todo tipo), sin lugar a dudas es toda una aventura estar a su lado, si me hubieran dicho que mi vida de madre sería tener a una hija, confidente, cómplice, pirata, veterinario, princesa y compañera todo en una persona, talvez no hubiera tenido tanto miedo de “aventarme el paquete”.
Cuando supe que me convertiría en madre tenía tan solo 26 años, era soltera y estaba completamente aterrada. Me acerqué a un grupo de la iglesia, fui con una psicóloga y comencé a hacer yoga, sin embargo nada lograba que yo dejara de sentir esa angustia antes de ir a dormir, incluso intenté postergar su nacimiento lo más que se pudiera, con decir que llegué al hospital con 6 cm de dilatación y lo único que pensaba era “No estoy lista”, pero como todo en ésta vida…. Llegó el momento y Ama nació.
En ese entonces yo era médico general, y no fue sino hasta tres años después que inicié mi preparación como anestesióloga, misma que duró 4 años contando cardiología como subespecialidad. Si me hago justicia tengo que aceptar que me fue muy complicado mantener un buen nivel, tuve muchísimos altibajos, pero finalmente ¡lo logré! Y eso me hace estar muy orgullosa de mi misma.
Este año que finalmente me gradué me encuentro con que el mundo literal está en pausa, admito que ya tuve mi crisis durante algunos días, ya que en definitiva jamás pensé que así sería mi incorporación a la vida laboral. Para proteger a mi familia disminuí mi exposición y tuve que dejar mi plan de vida a un lado, así como una muy buena propuesta de trabajo en otra ciudad, y así es como dejo a la cardiología en stand by por lo pronto, y para evitar que la frustración me invada prefiero prestar atención a mi prioridad número uno… la familia, que al día de hoy está completa y en época de pandemia decir eso es una bendición.
Esta situación me obliga a hacer conciencia de los asuntos valiosos de vida y de la lista de prioridades, claro en mi punto particular de vista muy influido por la maternidad, sin embargo considero que si todos le echáramos un ojo a nuestra lista de valores esenciales y los reacomodáramos no para nuestro beneficio, si no para lo humanamente correcto, éste mundo sería inmediatamente mejor.
Ojalá todos tengamos la capacidad evolutiva de reconocer a este tiempo de resguardo como una oportunidad única para meditar acerca de los “asuntos pendientes”, para reconciliar, perdonar, y remediar todo daño que hayamos ocasionado. El mundo despierta más sensible y más cálido día a día, así que se vale dejar de lado la soberbia para hacer esa llamada postergada, para resolver aquél conflicto familiar, acercarnos de quien nos hemos alejado o para reconocer en nuestros hijos el verdadero amor por poner algunos ejemplos. Distingamos todos los días como un ´primero de enero´ en el que siempre se puede ser mejor persona, siempre se puede influir de manera positiva, siempre se puede dar el mejor ejemplo a nuestros niños porque estamos teniendo la ocasión perfecta para hacerlo. Solo basta con aprovechar el regalo que la vida nos está dando y decidamos despertar para salir a hacer lo correcto (aunque no sea lo más fácil) y recordar que no estamos solos en la pandemia, que somos uno mismo creando un mejor presente. NES