Por Dona Wiseman
Cuando alguien me pregunta “¿Cómo estás?”, las 40 veces al día que alguien me lo pregunta, estoy segura de que no quieren saber la respuesta. Sé que no quieren saber que me sentí traicionada, abandonada y en constante peligro cuando era niña. Sé que no quieren saber que me preocupan constantemente mis amigos y mi familia y que quisiera resolverles todo para que estén bien. Sé que no quieren saber si tengo algún problema económico. Sé que no quieren saber que mis lentes jamás me devolverán la visión que tuve a los 34 años y que estoy constantemente incómoda. Sé que no quieren saber que criar a un gatito desnutrido, deshidratado y a punto de morir por dos meses me agotó por completo. Sé que no quieren que les cuente lo asustada que vivo y lo sensible que soy. Sé que no quieren saber que me preocupa mi salud, a pesar del hecho de que cada estudio médico me comprueba que no tengo nada. Sé que no quieren escuchar como el estrés me estresa y que la ansiedad no me permite dejar de moverme y de hacer. Particularmente sé que no quieren saber lo rabiosa que me siento constantemente, creo que desde que nací. Sé que no quieren saber las cosas de mí que los incomodan. Sé que no quieren escuchar mis quejas o saber que soy suficientemente incongruente para quejarme constantemente de las personas quejumbrosas. Sé que no quieren mi opinión, sobre todo. Sé que les parecen ridículos mis miedos y mis inquietudes y que les parecen severos mis pareceres. Sé que piensan que no necesito nada y a nadie. Sé que no quieren saber que me desagrada que alguien comience una conversación preguntándome de dónde soy. Sé que no les importa si no soporto el café malo ni el vino dulce. Sé que no entienden que no me gusta la cerveza ni el aguacate. Sé que critican mi manera de comer – sí, a veces ceno palomitas y vino tinto. Sé que no saben la facilidad con la cual me “engento”. Sé que no entienden por qué no “lo supero”, o por qué amo a las personas a quienes amo. Sé que creen que tengo pretendientes, y no, no los tengo, o no los veo. Sé que no saben que hay pensamientos que me ponen muy triste y que me es difícil salir de ese mal humor. Sé que no les importa si duermo o dejo de dormir, o cuántas horas de sueño necesito, o en cuál horario trabajo mejor. Sé que no quieren escuchar que me toman casi dos horas despertar en la mañana y que necesito mi espacio. Sé que no quieren saber que la pandemia me ha cambiado por completo. Bueno, la pandemia ha sido solamente el vehículo para el cambio que yo esperaba y que sabía que venía. Sé que no quieren saber que hace muchos años que he pensado que la educación tendría que ser una especie híbrida entre institución y sistema abierta. Sé que no quieren saber que, a pesar de mis “éxitos”, siempre me he sentido algo insuficiente y que tengo que ganarme mi lugar en el mundo.
Hay muchas cosas que sí quieren escuchar, creo. Pero la verdad es que no sé qué son. Y al escuchar, “¿Cómo estás?”, toda mi vida y toda la profundidad de todo pasan por mi mente. Y me escucho contestar, “Bien, ¿tú?”