Por Liliana Contreras Reyes
Es indudable que la contingencia ha resaltado el tema de la educación. Como padres, nos dimos cuenta de lo mucho o poco que nuestros hijos aprenden académicamente en la escuela y de lo mucho o poco que la interacción social con otros niños impacta en su aprendizaje.
Salimos a apoyar a los maestros, ya sea dando clases, acompañando durante la conexión en línea o, por lo menos, proporcionando un espacio para que nuestros hijos aprendan y continúen con sus estudios. Quienes son maestras, tuvieron que buscar alternativas para, al mismo tiempo que dan clases en línea, atender y enseñar a sus hijos.
Como escuela, el reto fue otro. Construir una forma diferente de acercarnos a los alumnos, aprender a la vez que ellos sobre el uso de herramientas tecnológicas, aplicaciones, estrategias a distancia; planear con más precisión, tener clases públicas prácticamente todos los días.
Tengo fe en que, en serio y a profundidad, la escuela como la conocíamos cambiará. Éste podría ser el “tocar fondo” del sistema educativo. Después de la escuela a distancia sabremos que todo es posible. Ya no estaremos dispuestos a escuchar un “es por sistema”.
Justo es en este contexto que la mamá de una alumna me compartió el libro de Ken Robinson y Lou Aronica Escuelas creativas. La revolución que está transformando la educación. Un libro, más que teórico, esperanzador. En él aparecen escuelas o maestros de diferentes países que han hecho cambios radicales en su metodología, enfoque, estrategias y, principalmente, en la forma en que se relacionan con sus alumnos.
En lo personal, rescato como idea sustancial del libro que la educación masiva es el principal obstáculo en las escuelas. No podemos partir de la idea de que todos los alumnos aprenden de la misma forma ni al mismo ritmo ni que lograrán los mismos aprendizajes.
Como mamá de dos hijos, tengo que aplicar estrategias diferentes con cada uno, la forma de corregir es distinta, los intereses y forma de motivarlos es prácticamente opuesta.
La escuela en casa nos demuestra que esta idea es tan cierta para nosotros, como lo es para los docentes: cada niño es único, tiene necesidades particulares, aprende a su ritmo y a su manera.
Apostar por una educación personalizada es la respuesta.
¡Adiós a la normalización!
Los autores de Escuelas creativas… nos hablan de ocho competencias (todas con C) que debemos desarrollar en los alumnos. Ni los temas, contenidos, asignaturas, que pueden ser muy útiles administrativamente, nos permiten desarrollar los aprendizajes que se requieren para el contexto global en el que están creciendo los estudiantes. Las competencias que nos sugieren son las siguientes:
Curiosidad: capacidad de hacer preguntas y de explorar cómo funciona el mundo.
Creatividad: capacidad de generar nuevas ideas y de ponerlas en práctica.
Crítica: analizar la información e ideas y elaborar argumentos y juicios razonados.
Comunicación: capacidad de expresar pensamientos y sentimientos con claridad y confianza en una diversidad de medios y formas.
Colaboración: colaborar constructivamente con otras personas.
Compasión: ponerse en la piel de otras personas y actuar en consecuencia.
Calma: conectar con la vida emocional interior y desarrollar un sentido de armonía y equilibrio personal.
Civismo: implicarse constructivamente en la sociedad y participar en los procesos que la sustentan.
Si comparamos estas ocho competencias con lo que ocurre en las escuelas tradicionales, que abogan por la normalización, podremos darnos cuenta de cuán alejadas están de la realidad. La normalización ya cumplió su función y siento que, ahora, estamos perdidos en cuanto a las prioridades educativas.
No pretendo resumir el libro, pero quiero compartirles las siguientes ideas que me parecen fundamentales para quienes trabajamos en educación, es decir, en la actualidad, para todos los adultos:
- Libertad para aprender.
- Capacitar a los alumnos para desarrollar sus intereses y cualidades personales.
- Adaptar el horario al ritmo de aprendizaje de cada alumno.
- Evaluar a los alumnos para fomentar el progreso y el rendimiento personal.
- Juego libre.
- Tener expectativas propositivas para nuestros alumnos.
- Fomentar y aplaudir la creatividad.
- Más juego libre.
Continúo leyendo sobre el tema, porque tengo la necesidad de cambiar las cosas. Pensar en el alumno, en cada alumno, en mis hijos, en mi hijo mayor, en mi hijo menor, me exige prepararme y saber sobre todos los temas, pero acerca de uno en particular: el ser.
Déjenme sus opiniones, sugerencias, lecturas, películas y etcéteras, porque en conjunto podremos construir algo mejor.
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