POR: MAYTE CEPEDA
Ya no es novedad el coraje, la impotencia y la rabia que surgen cada que ves o escuchas noticieros. Deja tu la pandemia, esa ya ni importa tanto; deja tu los discursos surrealistas de las 7 a.m., esos en unos cuantos años dejarán de existir; deja tu la cantidad de frentes fríos que nos esperan, eso si es culpa nuestra por lo mal que hemos negociado nuestra existencia y convivencia con el planeta. Y sí, con todo y todo, aquí seguimos pero a veces con más frustraciones y menos ánimos. Y encima, te caen las malas noticias, los feminicidios, la inseguridad.
Y lo digo porque desgraciadamente esas noticias no cambian. Las mujeres seguimos perdiendo. Hay quien pierde un hijo o la posibilidad de ser madre, hay quien pierde oportunidades, la dignidad, el empleo, la confianza en sí misma o en otros y, también hay quienes pierden la vida. ¿Por qué? Pues porque así lo decidió alguien más.
No quería que estas líneas se cargaran al lado negativo, porque cuando escribo, usualmente busco aportar algo: una reflexión, un consejo, una técnica, una práctica. Así lo he hecho desde que usaba mi una cuenta en twitter, por allá del 2006, cuando siempre, al primer tuit del día, lo bautizaba como el yogitip y escribía algún consejo holístico en esos poquitos caracteres que te daba oportunidad. Ya ni uso esa aplicación, salvo cuando alguien me pide que por favor retuitée alguna noticia o cuando de plano estoy en el extremo de lo aburrido y me pongo a leer lo que suben por ahí que, por cierto, es casi nunca.
Volviendo al tema de que realmente no quería que esto fuera algo negativo, pues con la pena, no hay de otra. Siento que, en ocasiones, necesitamos sacar lo agrio y lo oscuro de la mente y del corazón, para permitir que las cosas vuelvan a fluir de manera normal, sin bloqueos ni trabas. Y es que ahora me encuentro experimentando sentimientos de coraje de ver que a las mujeres las siguen matando, sin deberla ni temerla. Solo porque son mujeres y corrieron con la malísima suerte de ser la amiga, pareja o la coincidencia de alguien equivocado en su camino. Me duele ver y me duele leer las declaraciones de autoridades que exigen justicia y prometen que la impondrán. Cuando una víctima muere, ¿qué tanto valor tiene ya la justicia?
No entiendo esos discursos huecos e insensibles que hablan de luchar de una manera incansable contra la impunidad y contra la persecución de los delitos que se quedan en en limbo ¿ya para qué? Me enojan esas declaraciones y la verdad es que no importa lo que yo sienta, solo de pensar cómo reciben esas declaraciones los familiares de una víctima. Y también pienso con la rabia y todo lo que de repente me da, ¿qué tiene que pasar realmente para que esto cambie? ¿O, más bien, qué clase de pandemia es lo que necesitamos como sociedad, como comunidad, para que las cosas realmente sean distintas y justas para las mujeres? O, de plano, ¿seremos nosotros como sociedad una vil pandemia que necesita aniquilarse a sí misma?
¿Quién diablos inventó al miedo? A esa sensación tan desagradable que hoy es una maldita tendencia. Yo ya no quiero sentir miedo y me choca y me desespera como no tienes idea, cada que hago algo sola –hacer ejercicio, ir al super y ese tipo de cosas tontas, comunes y corrientes–, tener ese sentimiento de: ¿y si algo me pasa y no regreso a mi casa? ¿Apoco los hombres sienten eso cada que salen solos? o es algo que, a la de a huevo nos han impuesto sentir a las mujeres? Me da coraje, me salgo de mis zapatos y pienso en la cantidad inimaginable de mujeres que por obligación o por lo que sea, salen de noche, no tienen coche, andan solas, ¿acaso están destinadas a subirse a la ruleta rusa y esperar con miedo y ansiedad cuando será el turno en que les pase algo a ellas? ¿No te da coraje eso a ti? ¿Rabia? ¿Impotencia? ¿Querer reclamar, manifestarte y hasta sentir miedo por las consecuencias que puede tener el hacerlo? ¿Es normal eso?
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