Por Dona Wiseman
No alcanzo leer todos los mensajes que recibo en grupos de whatsapp, ni en Facebook, menos las cosas que me envían algunas personas porque creen que me interesarán (soy bastante amargosa para esas cosas), pero… sé que, entre mis conocidas y amigas y comadres y compañeras, hay muchas “perfeccionistas” y sé que en marzo muchas mujeres (tal vez particularmente las que son mamás) se propusieron “dominar” una realidad que sospechábamos duraría un par de meses cuando mucho.
Nos encontrábamos en un estilo de vida en la que la una crítica constante contra “la gente” y “la sociedad” era lo que dominaba las pláticas de desayunos y reuniones variadas. Nos lamentábamos de que “el mundo” no cambiara. Nos estábamos imponiendo nuevas reglas y modas de vestimentas, casas habitación, maternaje, éxito, justicia, y de cualquier otro tema que osaba pasar como zancudo por nuestros oídos, sin ponderar el camino personal y nuestra parte en todo lo que “estaba mal” desde nuestro tan amplio y acertado criterio (léase con sarcasmo intencionado).
De pronto llegó una situación externa que nos puso contra la pared y que parece, aún, estarnos diciendo, “¡A ver! Ahora sí, saca la casta.” Y en vez de irnos hacia adentro, hacia la vida, nos encontramos, en cuestión de un par de semanas, en modo supervivencia, que es más cercana a la muerte que a la vida.
Estar viva implica tener una estructura flexible que nos permite adaptarnos. Nunca es fácil porque significa hacer las cosas (o no hacerlas) de una manera distinta. Significa romper con sistemas de creencias y hábitos que ya no sirven, aunque sean nuevos o novedosos o estén de moda. Significa dejar atrás lo perfeccionista para encaminarnos al perfeccionamiento (entiéndase crecimiento – lo cual NO significa hacer más ni mejor). El perfeccionamiento no es un término ligero nacido en la nueva tendencia a la felizología, esa ciencia incómoda que nos exige que además de creer que podemos hacer todo, indica que tendríamos que poder hacer todo de manera feliz y sonriente. El perfeccionismo es un camino interno que, para mí (ojo, eh, dije para mí), trata de suplir expectativas irreales con una dosis adecuada de desesperanza, que es lo opuesto justo a las expectativas, más no lo opuesto a la esperanza. En el fondo de la más profunda desesperanza se encuentra la esperanza. Cuando yo dejo de esperar cosas que no existen, ni existirán, puedo soltar, relajarme, aceptar, y construirme desde la realidad de mi misma y la vida como somos.
Lo que nos va a resolver no es cambiar, sino transformar, transformarnos desde el fondo. No es nueva normalidad. Es nueva realidad. No hay vuelta. No volverá la vida de antes. Cada una encontrará su manera. Esa manera siempre es hacia la vida.