Por María Hernández Escalera
Cuando era niña había en la escuela un niño que se llama Miguelito, en cuarto de primaria Miguelito me estaba molestando mientras se balanceaba en su pupitre. Yo ya no aguanté más y le di un pequeño empujón, que terminó con Miguelito en el suelo y con un chipote. Ya saben que detrás de un diminutivo: Brendita, Rosita, Miguelito… por lo general hay un gordito bonachón.
La maestra adoraba a Miguelito y me mandó un reporte. Se me hizo súper injusto porque yo solo me estaba defendiendo. Al llegar a casa moría de miedo. No quería enseñarle el reporte a mis papás, así que fui a la oficina y tomé un papel con la firma de mi mamá. Me dirigí a mi cuarto y con una hermosa pluma de tinta verde me puse a falsificar la firma de mi mamá en el reporte.
Recuerdo que no me dejaban de temblar las manos, la firma quedó como un electrocardiograma y aunque a la maestra se le hizo muy rara la firma temblorina, me salí con la mía. Recuerdo esta anécdota con risita maliciosa, nunca jamás en la vida hubiera imaginado que esa “injusticia” de recibir un reporte por defenderme… iba a marcar como reaccionaría ante las justicias el resto de mi vida.
En agosto empecé a tener colitis, no podía comer prácticamente nada sin terminar en el baño vomitando, traía una panza de 5 meses de embarazo. Estaba haciendo dieta Keto, así que culpé a las carnes y a los quesos. Mis pantalones ya no me quedaban y pedí en Zara un par de palazzos XL que se convirtieron en mis “yaquis”… ¡Yaquitatelos! Después de unas semanas me empecé a deprimir, pero todo empeoró cuando me fui de viaje y en varias de mis fotos salía con una panza horrible, además no podía disfrutar de la comida en ningún lado sin sentirme mal.
Al regresar, retomé mi dieta vegana y aunque los primeros días estaba muy entusiasmada. Me di cuenta de que aún comiendo puras frutas, verduras y cereales, me seguía sintiendo súper mal. Recordé que mi amiga Evelyn me había contado de las terapias de biodescodificacion: sanar enfermedades encontrando su origen emocional. Como mamás muchas veces pasamos nuestras necesidades a segundo o tercer plano, teniendo siempre como prioridad la agenda de nuestros hijos.
Estoy por cumplir 35 años y a veces me veo en el espejo y no luzco como quisiera, así que en este mes decidí tomar acción y resolver este problema. Inicié mis terapias de biodescodificación y en la primera sesión tuve que compartir mi árbol genealógico, un montón de información sobre mis antepasados, así como datos y fechas importantes sobre mis antepasados.
Esa primera sesión fue súper reveladora, continúe con las sesiones y en la tercera finalmente tocamos el tema de mi colitis. El origen fue una “injusticia”, alguien plagió mi trabajo y lo hizo pasar como suyo. Cuando me enteré: lloré, me temblaban las manos, sentí mucho coraje. A partir de ahí apareció mi colitis, mi cuerpo queriendo sacar todas las emociones negativas y yo aferrada culpando a mi alimentación. Cuando le conté esa mala experiencia a la terapeuta, me hizo regresar a la infancia y buscar un recuerdo donde me hubiera sentido igual: llanto, manos temblorosas. No podía pensar en nada, de pronto me venía el recuerdo de Miguelito y mis manos temblorosas al firmar el reporte. Pero no me animaba a compartirlo por considerarlo un acontecimiento tonto, finalmente me animé a compartirlo y ahí estaba: emociones mal manejadas de niña, que me habían programado para reaccionar mal ante las injusticias.
Después de esa sesión me he sentido muy bien, disfruto más… entro en mis jeans y tiré mis joggers a la basura. Dar el paso de dedicarme tiempo e invertir en terapias para sanar mi cuerpo y mis emociones, es el mejor regalo de cumpleaños que me pude dar. Yo creo mucho en la energía, hay otras terapias a las que recurro con regularidad: Reiki, Barras de Access, Reflexología Podal. Sin embargo encerrada en casa con los niños, el tiempo que me dedicaba normalmente se redujo a cero.
Sacudirme los pretextos y devolverme el tiempo para mi: ir al salón de belleza, ir al dentista, ir a terapia, ha sido por mucho la mejor decisión que he podido tomar. No olvides nunca que para que tus hijos estén bien, necesitas estar bien tú. Ser egoísta con tu tiempo y cuidar sobre todas las cosas tu salud emocional, es la mejor decisión para toda tu familia.
Cuídate, amate, quiérete y presta atención a tu cuerpo. Manifestar enfermedades, es la forma en la que te pide auxilio, escúchalo y sánalo.